Me acuerdo de mis mayores. Sobre todo de mi abuelo materno, desterrado con su familia, al que no conocí. Y de las muchas tardes pasadas en compañía de una persona muy querida para mí hablando de aquel tiempo, y de su madre, Ernestina Otero Sestelo, a quien me hubiera gustado tanto conocer. Muchas cosas que preguntar. Creo que cuando las personas queridas por uno se marchan no lo hacen del todo. Sus luces y sus sombras, las que nos enseñan, nos acompañan como los libros en la mochila del cole: silenciosos pero presentes cada día camino de lo que nos muestre la vida. Como la lengua de las mariposas.
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Al parecer de los pareceres parece ser que pareciendo lo que parece puede parecer parece lo que es. O parecido. |