Ayer por la tarde Soledad Puértolas tomo posesión del sillón "g" de la RAE. LLeno hasta la bandera, mucha e incomprensible ausencia gubernamental (no fue ningún ministro ni ministra) y un muy buen discurso, aunque leído con una calma y una entonación que la hacía parecer adicta al Valium. Fue respondida por José María Merino, amigo personal suyo según confesión propia. Hizo una loa de la obra y los personajes creados por la nueva académica.
Y, por supuesto, allí estaba el Jefe. Sentado entre Carmen Iglesias y un gordísimo Luis María Ansón. No tengo que deciros como destaca entre todos sus compañeros de la Academia, aunque la verdad es que allí lo tiene muy fácil.
Cuando acabó la ceremonia estuve pendiente de él para poder saludarle y en un momento dado se me perdió. Ví como le abordaban pidiéndole unos autógrafos (ya hay que tener valor en ese momento y lugar) y desapareció. Quiero agradecer desde aquí la ayuda prestada por alguien muy cercano que me indicó a donde había ido y por donde iba a volver: había bajado a llevar hasta el coche a un ancianísimo académico del que me dijeron su nombre y ahora no lo recuerdo. El caso es que este señor, casi impedido, se apoyó en el Jefe para recorrer la RAE y bajar las escaleras. Bueno, vosotros mejor que nadie sabeis como es.
Decir que estuvo encantador es poco. Más que amable. Le di un par de besos departe de todas las gallinitas, becarias y aspirantes...se moría de la risa y me dijo "dales un beso a todas y muchos saludos a todos ellos". Le pregunté si no iba a volver por Cai, ahora que la Guan tenía una gran variedad de petisús nuevos. Me contestó literalmente que "iré, claro, pero ahora estoy ya en otro rollo". Y luego, una tiene su corazoncito, le dije que muchas felicidades adelantadas. Se quedó como extrañadísimo y me dice "¿Felicidades a mí?, ¿por qué?", y yo toda encantadora, agua de limón total, "porque va a ser tu cumple", y él con cara de despiste "Ay, es verdad, la semana que entra...joé, cincuenta y nueve me caen ya...". Y ahí ya me destapé, por que me salió del alma un "pero mírate, ¡¡si estás ESSSTUPENDO!!". Él se moría de risa "ya, ya, pero ahí están". Y yo insistiendo...
Os diré que le encontré guapísimo y muy joven. Como es tan delgado y tan derecho le sienta el chaqué de maravilla, vamos que ni una arruga en la levita ni en donde es más difícil, el pantalón. Me fijé en su camisa: debía ser nueva porque no era blanca, era nívea y de esas que tienen un cuello muy alto y muy armado y solo sientan bien a los tíos con cuello largo. Le quedaba fenomenal. Llevaba una corbata oscura con lunares pequeños blancos y por supuesto, la medalla de académico al cuello. Ya os digo, destacando.
Cuando salí de allí, él aún estaba departiendo con unos y otros, pero me dijo adiós con la mano y me dijo algo así como ·"saludos" o "recuerdos". No le escuché bien.
En plan anecdótico, deciros que estaba invitado Javier Solana, persona de tan buenos recuerdos para Arturo como ya sabeis. Parece que Soledad Puértolas la trabajado en algún momento para él, aunque ignoro en calidad de qué.
Y también como anécdota: El rey del esencial de pera, absolutamente missing.
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