“No quiero ser referente moral ni partero intelectual de nadie"

 

Jueves, 19 de junio de 2008

 

Pérez-Reverte, «soy un leal mercenario de mí mismo», se declara «novelista accidental y lector contumaz» El autor de 'La Reina del Sur' arremete contra los «parásitos iletrados» y «cagantintas analfabetos» y asegura que el futuro de la novela le importa «un rábano»

 

GUILLERMO BALBONA

 

Y Arturo Pérez-Reverte cogió su fusil. Se definió como un «novelista accidental y lector contumaz». Dejó claro que no sabe cuál es el futuro de la novela y además le importa «un rábano»; confesó que su compromiso es «contar una historia de forma eficaz»; y prologó su travesía de libros, lecturas, mares y naves quemadas con una precisión y distinción contundentes: «hay escritores y novelistas. Ambos términos son respetables, pero no siempre significan lo mismo. No todo escritor es novelista, aunque algún escritor crea que sí los es. O que puede serlo».

 

El creador de 'Las aventuras del capitán Alatriste' y autor de 'El pintor de batallas' protagonizó ayer la última jornada del segundo foro 'Lecciones y maestros' que la Fundación Santillana y la Universidad Internacional Menéndez Pelayo han organizado en la Torre don Borja como preludio del curso 2008. La fiesta literaria convocada en Santillana, aunque tuvo su colofón en la tarde de ayer en el Paraninfo de La Magdalena ante el público, vivió en su sesión matinal el viaje literario de Pérez-Reverte, cargado con su 'mochila de Jim Hawkins' -epígrafe de su intervención- a través de un itinerario de reflexiones, devociones, definiciones y algunos ajustes de cuentas.

 

El Pérez -Reverte corsario, más ácido, crítico y vitriólico descargó su munición sobre algunas de las dianas que configuran el entramado oficial de la literatura.

 

Así el autor de 'El club Dumas', quien se declaró un «novelista de infantería», «leal mercenario de mí mismo, de mis gustos, mis aficiones, de mis sueños, de mi imaginación, de mis amores y mis odios», arremetió contra «algunos que viven del cuento de contar no cómo son, sino como deberían ser los libros que escriben otros»; «ciertos críticos o columnistas culturales»; «algunos parásitos iletrados o snobs»; y los «pajilleros de la vacuidad inane».

 

Pérez-Reverte abrió y cerró su mochila con Stevenson y 'La isla del tesoro' y, entre la partida y la llegada al destino, cruzó un particular campo de minas literario, trufado de ataques demoledores, querencias de autor/lector y un ejército de referencias que constituyó su inventario de libros, títulos, autores, personajes y aventuras en una sucesión ingente de memoria literaria, la cual configura «la verdadera patria del lector».

 

En su equipaje no faltaron provocaciones e ironías, pero también asomaron juicios de futuro y augurios constructivos: aseguró que la novela de hoy exige «estructuras y sacudidas diferentes», y planteó con firmeza la posibilidad de que «si un día los novelistas nos dedicamos sólo a imaginar historias romas y razonables, y nos limitamos a escribir novelas sobre la insoportable levedad de nuestra propia imbécil levedad, que el diablo se apiade de nosotros. Y de nuestros lectores».

 

En su discurso, habitado por 'fantasmas literarios, amigos y adversarios', Pérez-Reverte puso el énfasis en la diversión como una de las sensaciones que sustenta su escritura; ironizó sobre los sufrimientos de la creación, los lugares comunes y los autores que se miran el ombligo o se ponen de perfil ante la crítica, el mercado editorial y el lector; y se confesó ante la audiencia de esta edición de 'Lecciones y maestros': «no pretende ser referente moral ni partero intelectual de nadie» y nunca siente sobre sus hombros «el pesado fardo de la responsabilidad moral del artista».

 

Premio del Ejército

 

El escritor y académico, ayer mismo distinguido por el Ejército de Tierra que anunció la concesión al autor de 'Un día de colera' de un premio especial «por su dedicación y por el tratamiento que otorga a todos los temas militares», apuntó que cuando escucha a un autor quejarse del sufrimiento de la creación literaria, «siempre le digo lo mismo. Escribir no es obligatorio. Déjalo, no sufras, no merece la pena. No te lo van a agradecer, de verdad, tanto esfuerzo, tanta originalidad y tanto sacrificio».

 

Una declaración de principios que le condujo hasta la esencia del acto de escribir literatura, «algo que entiendo como un acto de felicidad, de diversión, un disfrute para la imaginación propia y una buena oportunidad de recontar el mundo a mi manera, quizá porque durante veintiún años viví en un mundo que no me gustaba en absoluto».

 

«Escribo -añadió- sobre todo porque soy lector, y supongo que a fin de cuentas intento ordenar esos casi cincuenta años de lectura a la luz de mi propia experiencia y de mi propia vida».

 

El autor de 'La Reina del Sur', fiel a esa voz crítica, sin pelos en la lengua y muy directa que asoma, por ejemplo, en sus artículos de 'XL Semanal', se situó en la orilla opuesta al «lado solemne de la literatura», criticó también a aquellos que sólo consideran válida «la literatura difícil y minoritaria» y atacó a «los cagatintas analfabetos cuya memoria empieza ayer por la tarde. Los que no se manejan más que de Cortázar para acá».

 

Compromiso con el lenguaje

 

La tercera jornada de la Cita literaria se abría con el último perfil de este foro, el que dedicó el catedrático y estudioso José María Pozuelo Yvancos a la figura y la obra de Pérez-Reverte, «un narrador de estirpe a quien muchos lectores agradecen les haya reconciliado con la sabiduría vieja, y tan rara, del contador de historias».

 

Entre 'El maestro de esgrima' y 'Un día de cólera', el profesor dibujó varios rasgos fundamentales del 'estilo revertiano', «en cuanto dictan los pentagramas fundamentales de su arte literario».

 

Pozuelo Yvancos se refirió así a «la cuidadosa percepción del héroe cansado, como ejemplo de una estirpe, la propia de la literatura, que ha descansado siempre sobre esas vidas truncadas por una lucha desigual con su destino»; «la tensión dialéctica, el ejercicio de una lucha ordenada en diálogos entre el protagonista y su antagonista, que van desarrollando una precisa esgrima argumental»; y «la creciente indagación sobre el lenguaje, el compromiso con el lenguaje» que, en su opinión, tiene en Pérez- Reverte «tanto peso como el cuidado de la narración».

 

Esa dimensión se manifiesta, dijo el estudioso, en que «hay detrás de cada novela una exigencia lingüística, en la indagación léxica, que se llena de vocablos precisos».

 

También se refirió a su «cuidada forma de reproducir los registros y formas de hablar». Finalmente, elogió «el sentido muy agudo de la manipulación» que Pérez-Reverte aplica «en cada caso de los distintos registros del habla de los personajes, según sea su procedencia o cultura».