“Esta novela es la confirmación de que me hago mayor”

 

Martes, 15  de Enero de 2013

 

«No ves la vida igual con 50 que con 60 años», reconocía ayer Arturo Pérez-Reverte (Cartagena, 1951) unas horas antes de su cita con los lectores en el Aula de Cultura de Cajamurcia de la capital. El escritor cerró ayer en Murcia las presentaciones de su última novela, 'El tango de la Guardia Vieja' (Alfaguara 2011), una historia a la que se acerca con una mirada que, confiesa, «tiene más pasado que futuro», y que ha ocupado sus pensamientos de forma constante y reiterada durante los dos últimos años. Lo hizo junto a los profesores de la Universidad de Murcia y colaboradores de 'La Verdad' José Belmonte Serrano y José María Pozuelo Yvancos, con los que mantuvo una animada conversación acerca de los recovecos que guarda este nuevo hilo argumental del autor cartagenero, deseoso ya de centrarse en su siguiente relato: «La promoción forma parte del trabajo de un escritor, que tiene que acompañar a su novela en el último trecho antes de abandonarla. No es una parte agradable, tampoco desagradable, pero sí necesaria en los tiempos que corren», confesó contento con la respuesta que su historia, bañada de amor y traiciones, ha tenido entre sus lectores y con las cifras que, por el momento, su obra está alcanzando en las librerías.

 

Juega Pérez-Reverte en esta novela, que se dilata a lo largo de cuatro décadas en la vida de sus protagonistas y que discurre bajo la melodía pausada de un tango, a imaginar, inventar y recrear en su cabeza un amplio catálogo de situaciones que, convertidas en ficción, beben de la realidad la precisión de sus detalles. Es la forma que el autor tiene para llenar de referencias «que solo conoces tú» las páginas de sus libros, pero también de una cierta «picaresca» que te permite «ser joven otra vez y que tu vida se multiplique por mil durante ese tiempo de escritura».

 

«No soy nadie de esta novela, ninguno de los personajes soy yo, pero sin mis lecturas, sin mis vivencias, sin todo aquello que la vida te va quitando hubiese sido imposible haberla escrito», confiesa rotundo antes de advertir de que este libro no es más que «una consecuencia de mi vida». Comenzó a concebirlo hace veinte años, cuando su reloj biológico marcaba 39. Llegó a escribir los primeros cuarenta folios, pero decidió aparcarlos, guardarlos para un futuro y empezar nuevos proyectos. Por medio se cruzaron 'La reina del sur' y 'La carta esférica', antes de que decidiera volver a retomar lo que ya había empezado. «Me faltaban arrugas y canas», ha confesado en varias de las entrevistas que ha realizado. Ayer reconocía que esta novela requería una experiencia que a sus 39 años todavía se le escapaba de las manos: «La edad me ha hecho ver cosas que antes no veía, y esta novela es la confirmación de que me hago mayor».

 

Con 'El tango de la Guardia Vieja', Pérez-Reverte ha aprendido a resignarse ante el destino inexorable que envuelve la propia existencia, a asumir, dice, «cosas que antes no asumía», y «a sentirme a gusto con los años y con mi vida».

 

Trabajo y sentido común

 

«He tenido suerte», confiesa al echar la vista atrás y ver cómo ha logrado mantener la expectación en el lector con cada nueva historia que ha publicado. Con esta última da un paso más y se adentra en los misterios de un amor desenfrenado y elegante que encuentra su definición en una vida de pasiones. Pero no es arte, intenta matizar, sino «trabajo y sentido común». Son las claves de esta novela, calificada por el creador de “Las aventuras del capitán Alatriste” de «muy compleja» y para la que ha bebido de grandes autores como Joseph Conrad. «Es una novela que debe mucho a mucha gente, viva y muerta. Personas a las que he ido a preguntar y autores en los que me he fijado para resolver los problemas que planteaba la trama. Debajo de la fluidez hay un trabajo de carpintería y yo intento ser honesto y no escamoteo mis influencias, al contrario, les hago un guiño», explica. «Escribir un libro es un desafío técnico pero no tengo ningún secreto, solo trato de contar una historia como se debe hacer, poniendo las comas en su sitio y sin pretender cambiar la literatura en cada página. No he sido nunca un experimentalista ni un arcaico, simplemente intento adaptar lo que hicieron los grandes autores a mi forma de ver el mundo», subraya. Es el modo que ha empleado en todas sus obras, desde 'El húsar' hasta 'El puente de los asesinos', y también en ésta, en la que lo especial no es tan diferente. «Si uno se fija en ella se da cuenta de que los elementos de siempre están ahí. Cada novela abre las puertas de otra y lo que sigo es el camino que me trazan las anteriores. En este caso más que un punto de inflexión, el libro es una evolución que me ha llevado hacia dos nuevas novelas que ahondan en la misma perspectiva».

 

A punto de abandonar ya la que durante dos años se ha convertido en parte indiscutible de su día a día, concluye también el aprendizaje que para el escritor de 'La piel del tambor' ha supuesto este reto literario para el que ha tenido que esperar veinte años de experiencias. Es ahora -cuando la ha compartido con el público-, cuando, reconoce, «he conseguido realmente terminar de escribir la novela. Cuando uno está creando la historia está inmerso en el texto y no tiene tiempo de procesarlo. Aprende menos. La opinión de los lectores, de la gente que tienes cerca es la que te ayuda a darte cuenta de muchas cosas que tú quizá no te habías percatado. Te hace ver tu trabajo de una forma más objetiva».