Foro sobre Arturo Pérez-Reverte
Un lugar de encuentro donde "discutir" sobre la obra del escritor Arturo Pérez Reverte

Salva escribió el día 26/05/2019 a las 10:42
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"Pérez-Reverte y Márquez: lección de periodismo de guerra (y de amistad)".




TRIBUNA COMPLUTENSE

Pérez-Reverte homenajea a su amigo, el cámara José Luis Márquez, en el 25 aniversario de "Territorio Comanche"

Texto: Alberto Martín, Fotografía: Jesús de Miguel - 22 MAY 2019 a las 18:06



Arturo Pérez Reverte acudía este 22 de mayo a la Facultad de Ciencias de la Información para conmemorar los 25 años de la publicación de una de sus más reconocidas novelas, "Territorio Comanche", un homenaje a los reporteros de guerra ambientada en el conflicto de los Balcanes. Pero en realidad, lo que el académico de la Lengua quería homenajear no era su libro, sino a su compañero en esa guerra que cubrió para RTVE, el cámara José Luis Márquez. "Es que estoy muy orgulloso de él. Es mi amigo", dijo Pérez Reverte para justificar la cascada de elogios y anécdotas que ensalzaron el trabajo y personalidad de Márquez, a quien no en vano ya dedicó hace 25 años el libro.



"Territorio Comanche", como señaló el profesor Manuel Tapia, quien presentó el acto, sigue siendo un libro vigente, "un clásico del periodismo y la literatura", en el que Pérez Reverte supo conjugar "la precisión y contención de la buena escritura, pero sin tener ninguna contención en lo que decía, diciéndolo absolutamente todo". Sin embargo, según contaron el propio escritor y la periodista Berna G. Harbour, moderadora de la charla, si José Luis Márquez no hubiera estado cerca de Arturo Pérez Reverte en aquella guerra muy posiblemente "Territorio Comanche" no habría existido. "Escribí la novela para que Márquez tuviera su puente volado", llegó a decir el creador de Alatriste, en referencia a la vivencia que ambos compartieron en aquellos intensos días y que es esencial en la novela. Según contó el autor, la historia del puente volado en la novela es real, pero hay una diferencia: en la realidad ellos no lo vieron volar. Márquez aún echa la culpa de no poder grabar la segura voladura de aquel puente al paso de un tanque serbio a las prisas de su compañero por llegar a la emisión del telediario. El caso es que tras horas esperando la voladura decidieron marcharse -"yo me quería quedar, pero él no me quería dejar solo", protesta aún José Luis Márquez- y al volver al día siguiente el puente ya no estaba allí.



José Luis Márquez es, en palabras de Pérez Reverte, "una máquina de trabajar fría e impasible", capaz de jugarse la vida cada día por su trabajo. Según contó su amigo, no pocas veces se situó en medio del fuego cruzado para buscar la mejor toma, llegando incluso, de manera literal, a pasarle las balas entre las piernas. Tan quieto se quedaba siempre para que el plano no se le moviera, que el propio Pérez Reverte en ocasiones le empujaba "porque nadie se iba a creer que caían bombas a nuestro lado y la imagen no se movía". En palabras de Berna G. Harbour, para los reporteros de guerra como Pérez Reverte y José Luis Márquez en su trabajo hay tres prioridades: la primera, grabar; la segunda, llegar para transmitir en el telediario y la tercera, sobrevivir. "Y siempre en ese orden".



La vez que Márquez más cerca estuvo de no cumplir la tercera norma no fue en Yugoslavia, sino en Tiananmén. Sí, en efecto, allí estaba Márquez el 4 de junio de 1989. De hecho, era el único cámara que se encontraba allí, y a quien se deben las pocas imágenes que hay de la matanza de estudiantes que llevó a cabo el ejército chino. Márquez aún recuerda estar allí esperando en medio de las manifestaciones y quedarse dormido hasta que escuchó el sonido de los tanques. Consiguió salir de allí confundido entre los manifestantes y llegar a otra plaza en la que realmente se llevó a cabo la matanza. Aún no sabe bien cómo consiguió salir del lugar en una ambulancia entre cadáveres y heridos. El agotamiento le hizo dormirse hasta llegar al hotel en el que se encontraba alojada la prensa internacional. Por supuesto, la cinta de la cámara iba a buen recaudo bajo su pantalón.



La muerte, los cadáveres, los cuerpos mutilados, no son las imágenes, según contaron Pérez Reverte y Márquez, que acompañan de por vida a personas que como ellos han vivido tantas guerras. No, son otras imágenes las que quedan para siempre. Pueden ser de un perro herido en una pata que te acompaña por una carretera para que no lo abandones, pero con todo tu dolor no puedes llevar contigo, como le sucedió a Reverte, o una niña de seis o siete años que se jugaba la vida cada día para tratar de llamar a su madre por teléfono. Nunca lo conseguía. El día que lo logró, su madre, que la había abandonado y trasladado a Italia, dejándola a cargo de su abuela, no quiso hablar con ella. Esa imagen siempre perseguirá al gran José Luis Márquez. "Mi amigo", resaltó de nuevo Pérez Reverte.

https://tribuna.ucm.es/revcul/tribunacomplutense/revcul/tribunacomplutense/43/art3723.php#.XOo94U2P7L8



PÉREZ-REVERTE Y MÁRQUEZ: LECCIÓN DE PERIODISMO DE GUERRA (Y DE AMISTAD)

26 May 2019/Jesús Fernández Úbeda - Fotos: Jesús de Miguel (Tribuna Complutense)

Dos “cazadores” de noticias/historias dieron testimonio de una época que se conjuga en pretérito perfecto simple este miércoles en la Complutense. Con la excusa de celebrar el vigesimoquinto aniversario de la publicación de Territorio comanche (Alfaguara, 1994), Arturo Pérez-Reverte y José Luis Márquez, moderados por la periodista Berna González Harbour, conversaron sobre sus experiencias en conflictos bélicos —sobre todo, en los Balcanes, pero no sólo— sin dramatismos, pornografía sentimental o gloria, y con mucha camaradería, crudeza e ironía.



De Territorio comanche, en sí, se habló poco. Al principio del encuentro, hubo referencias al puente cuya voladura graba Márquez en la novela pero que, en realidad, no llegó a rodar. El cámara lo describió “como un auténtico árbol de Navidad. Tenía de todo: 100.000 bombonas de butano, dinamita, y había un tipo con un detonador por ahí. Yo lo veía perfecto. Era la imagen de la antigua Yugoslavia”.

Pérez-Reverte quiso que el acto fuera concebido como un homenaje al cámara de guerra: “No sois conscientes del privilegio que es tener aquí a José Luis Márquez. Los cámaras de la CNN o de la NBC venían a ver qué había hecho Márquez”. El académico describió a su amigo como “el tipo más frío que he conocido. No tiene sentimientos cuando está trabajando”. Entre otros ejemplos de la, digamos, frialdad profesional de Márquez, puso este: “Estábamos en un puente de no sé dónde y había tipos disparando. Una de las balas pegó en el suelo, fue rebotando y le dio en una bota sin fuerza. Él la apartó con el pie, como si nada, y siguió filmando”. “Él tenía su trabajo —respondió el cámara de guerra— y yo tenía el mío. En determinados momentos, él se podía marchar solo, que era mayorcito, a emitir, y yo podía continuar haciendo mi trabajo”.



El autor de Territorio comanche dijo que ellos no fueron “a parar una guerra”, que “la moralidad era una consecuencia que no buscábamos”. “Te tienes que concienciar —apuntó Márquez—, y esto lo consigues a lo largo de la vida: tú vas a hacer una misión. No vas ni de bombero ni estás en la Cruz Roja. Tu misión es ir e informar de lo que pasa allí”. ¿Y cómo procesaban, mentalmente, el horror visto? “Yo me ponía a leer —contó Pérez-Reverte—. Me ponía con Plutarco y se difuminaba. Pero él se sentaba en cuclillas, callado, y su cabeza estaba pumpumpúm”.



Tanto Márquez como Pérez-Reverte criticaron la dejadez que TVE manifestaba con respecto a sus trabajos. El cámara dijo que llegó a irse de Pakistán “sin decir nada a nadie”: “Me daba igual lo que pensaran de mí, lo que me dijeran o que me echaran”. El exreportero, por su parte, contó que, a la hora de justificar gastos, no podía poner en las facturas el concepto de “soborno”: “Una vez puse ‘Taxi Colmenar-Sarajevo’, y pasó”.



Además, ambos contertulios recordaron a sus compañeros Julio Fuentes y Miguel Gil —el primero, asesinado mientras cubría la Guerra de Afganistán en 2001; el segundo, durante una emboscada guerrillera en Sierra Leona— y recordaron, nostálgicos, mas no cenizos, que vivieron “la época dorada del periodismo de guerra”. En palabras de Pérez-Reverte: “No opinábamos. Éramos putos reporteros, no éramos analistas. La gente de corbata estaba en la redacción. Éramos la élite y teníamos cierto orgullo. Éramos «la Tribu». Eso nos daba una especie de orgullo de casta, una cierta chulería, legítima por otra parte, pero ahora no es así. Ya nadie demanda ese material”.

https://www.zendalibros.com/perez-reverte-y-marquez-leccion-de-periodismo-de-guerra-y-de-amistad/




«EL HORROR ES UN PERRO QUE TE MIRA»: PÉREZ-REVERTE Y JOSÉ LUIS MÁRQUEZ RECUERDAN LA GUERRA 25 AÑOS DESPUÉS.

En 1994 el escritor publicó «Territorio comanche» tras dos décadas como corresponsal en países con conflictos armados.

En aquellas páginas reimaginó la voladura de un puente como homenaje al cámara de televisión, su «fiel amigo»

«No hay guerra sin fotografía» («Ante el dolor de los demás», Susan Sontag)



Casi 25 años después de su publicación, «Territorio comanche» (Alfaguara), de Arturo Pérez-Reverte, se ha convertido en un doble clásico: del periodismo y de la literatura. «Se moja en el contenido, pero se contiene en la escritura y elige perfectamente las palabras», describió la periodista Berna G. Harbour al presentar la charla entre Pérez-Reverte y José Luis Márquez, el cámara de televisión al que Reverte dedicó esta novela, que escribió tras 21 años como corresponsal de guerra, los últimos nueve en Televisión Española; o como «cazador»; o como «puto reportero que no opinaba».

«Territorio comanche» cumple un cuarto de siglo el próximo julio, por lo que la conversación llena de tacos entre estos dos viejos periodistas, organizada el pasado 22 de mayo en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid, sirvió como homenaje en directo por parte del escritor a su «fiel amigo», aunque a veces se hayan «agarrado por el pescuezo».



«El que salía en el Telediario era yo. Sin él, no sería posible», reconoció un locuaz Pérez-Reverte. Aquel originario homenaje de 1994, a medio camino entre la ficción y la realidad, tenía un principal propósito: hacer volar un puente (una obsesión) que el dúo no había podido filmar en la antigua Yugoslavia.

«Márquez era como un robot, un trípode. Cuando caía una bomba, yo le movía para que pareciera real», reveló el miembro de la RAE. Pero el legendario reportero también le devolvía sus jugarretas; como aquella en la que le hizo repetir una entradilla –buena desde la primera toma– con un tanque serbio de fondo.



«Nuestro trabajo era contar lo que estaba ahí», defendió Pérez-Reverte; una «misión» compartida por Márquez, ávido de «hacer las imágenes más crudas posibles». Su otra misión era «joder un poco» la comida a los burócratas que veían la guerra a través del televisor. Bajo aquella premisa, Márquez pudo grabar, aunque mínimamente, la masacre de Tiananmén (1989). «Fue un verdadero caos. Era el único periodista que estaba en la plaza», recordó el cámara, que también describió cómo logró salir de allí en la parte trasera de una ambulancia, con un cartón sobre él. Aunque no entendía el chino, aquella vez sí que entendió las palabras de un nativo: «¡No te muevas por el amor de Dios!». Se quedó dormido del agotamiento hasta llegar al hotel.



Más que las tripas («Eran capítulos que pasaban y los dejaba atrás», comentó Márquez), son los nimios detalles los que acamparon en su memoria. A Pérez-Reverte le persigue una persecución: la de un perro con una pata rota en el Líbano («el horror es un perro que te mira»)... Un niño con un peluche levantando el puño a su paso... Las botas dejando huellas de sangre... Pero el «momento de la soledad del hotel», según Pérez-Reverte, siempre llegaba: «Márquez se apoyaba sobre la pared y fumaba. Yo leía mucho».



Al reportero gráfico le ha seguido toda la vida una imagen de Yugoslavia: «Una niña musulmana, de 6 o 7 años, vivía a cincuenta metros de un control que le disparaban todos los días. La madre la había dejado en manos de su abuelo y se había marchado a Italia. Esta niña, todos los días, iba al edificio de Naciones Unidas a pedir que la dejaran llamar a su madre para hablar con ella. Un día lo consiguió y la madre le dijo "No puedo hablar contigo"». «Eso es la guerra», apostilló su excompañero de faenas.

Un reloj y un nombre

Hace 25 años, Reverte dejó por escrito en «Territorio comanche» las tres causas de muerte como reportero de guerra: la mala suerte, la inexperiencia o la ley de las probabilidades, o sea, porque toca y punto. «Me acuerdo mucho de Julio Fuentes y Miguel Gil ["El Muyahidín"], que era abogado en Barcelona y unas vacaciones decidió irse a Yugoslavia a ver qué pasaba allí», rememoró Márquez. «Somos unos supervivientes. Hemos tenido mucha suerte», continuó.



Eso sí, Reverte avisa de que la buena y la mala suerte hay que «adiestrarla» («porque acaba») mediante la experiencia. Lo mencionó en la novela, cuando en una encrucijada en Vukovar (Croacia), Márquez deduce que el camino de la izquierda podría tener minas a raíz de la hierba no pisada. La suerte fue que les pilló de día y no de noche. Aunque, para mala suerte, la de «Jose» en Eritrea, durante 1975, donde se cayó por un precipicio, «desde veinte metros de altura», y se rompió la espalda.

Pero el televisor siempre está ahí, recordándoles sus años mozos e inflando el mono de volver. «Es ver la tele y decir "ahí tenía que estar yo"», reconoció Márquez. Pero aquel Periodismo ya no existe. El excámara señaló literalmente su teléfono móvil como el acabose del oficio. «Ahora la gente sabe que la televisión es también un arma de guerra», justificó Reverte, resignado con que ahora «mover conciencias un día no vale para nada».



Y por aquel camino se dejaron la salud, el matrimonio… Márquez, de hecho, se divorció en cuanto acabó la guerra. Ya se había dejado por escrito en «Territorio comanche»: «Quizá por eso su mujer no se había divorciado aún: porque existían guerras a las que mandarlo». Algo quedó, sí: como aquel rolex que Márquez se había prometido a sí mismo como premio de jubilación y se lo acabó regalando Reverte con un pellizquito de «Territorio comanche». Fue durante una cena en Casa Lucio. «Toma, gilipollas, tu puto rolex». Y el impasible Márquez lloró; casualidad o no, uno de sus hijos se llama Arturo.

https://www.abc.es/cultura/libros/abci-horror-perro-mira-perez-reverte-y-jose-luis-marquez-recuerdan-guerra-25-anos-despues-201905240144_noticia.html




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