Foro sobre Arturo Pérez-Reverte
Un lugar de encuentro donde "discutir" sobre la obra del escritor Arturo Pérez Reverte

Burnel escribió el día 09/04/2015 a las 07:56
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"Ecos de sociedad: Sevilla y la presentación Hombres buenos"

DE PITITAS Y LOMANAS





Iba virgen y pura a la Presentación de “Hombres Buenos”, de Arturo Pérez-Reverte, en el Hotel Alfonso XII de Sevilla, y organizado por el Aula de Cultura de ABC y la Real Maestranza de Caballería de Sevilla. Y digo lo de virgen y pura, porque no iba contaminada de entrevistas, ni en papel ni en radio, es más, y aunque parezca mentira: compré el libro allí mismo (no sabéis lo que me fastidió comprar una segunda edición, pero la vida, a veces, es cruel).

Lo primero que me topé fue con la fachada lateral del impresionante Alfonso XII –pero ¿dónde vamos?- mi cuajo, que a veces puede ser desesperante, pensaba que íbamos al Aula de Cultura, vamos al edificio de ABC o yo qué sé… pero era al hotel. Nos recibe amablemente, botones con levita, que nos indica el camino.



Llegamos con tiempo, con mucho tiempo. La fiel infantería poco o nada necesita de invitaciones en zonas VIP que a veces se hacen rogar o simplemente se olvidan los orígenes, por parte, desde luego, de los nuevos gestores. Pero ellos no saben con quién se baten el hierro. Y allí estábamos, los primeros, como en nuestros primitivos tiempos, esperando a que se abrieran las puertas de cristal y aprovechando para cotillear cuanto podíamos del magnífico patio, los suntuosos salones, las maravillosas lámparas, los coquetos servicios, las preciosas escaleras, la recepción….



A las 19’15h se abren las puertas, dejamos entrar a una señora nerviosa por ocupar un sitio privilegiado y ocupamos nuestras sillas en la tercera fila. ¡No empezamos mal! Empiezan a llegar las primeras Pititas y Lomanas. Con sus mejores galas para el entretiempo sevillano. Cabezas perfectamente repasadas de peluquería o de planchas ghd, joyerío o bisutería fina y de calidad, ropas caras, propias de haberlas usado el pasado Jueves Santo para pasear por Sierpes con el legítimo, éstos, con mucha gomina y mucha blaizer y pantalón, cuanto menos, chino sport, mucha chaqueta oscura, alguna corbata. Todo muy sevillano, con ese color especial que tiene la ciudad. Y conste que lo digo con cierta envidia: en éste África que yo vivo, la gente va a estos eventos en vaqueros y camiseta y con la mochila al hombro y si me apuras, sacan una cruzcampo fresquita para hacer más amena la espera de la firma. ¡Qué vamos a hacerle, aunque nos duela, es lo que hay y es justo reconocerlo!.



Aprovechamos para tomar un mini café en el patio central. El agua de la fuente, el ambiente, las mesas, todo en sí bien merecieron la estratosférica cuenta que nos pusieron oculta, en un mini portafirmas. Con céntimos. Todo muy chic. Tan chic que el café solo, parecía más un chupito de café que un café solo. Y el con leche, uno solo. Y no Oliva, no hablo de las “piscinas cafeteras” que según tú, ponen en mi pueblo. Hablo de vajilla normal, de La Cartuja, para ser sevillanos del todo.



La sala era grande. Muy grande, y al volver de la inspección gallinácea estaba casi al completo. Al final de la misma, había unas puertas correderas abiertas, con otra sala más, dispuesta con dos pantallas, que también se llenó rápido. No puedo decir si se quedó gente fuera o a cuánto ascendió el aforo. Ya no tenemos fuentes. Pero hacedme caso, mucha, mucha gente. Señorío y rancio abolengo. Entre las dos filas VIP traté de identificar a Macarena Bruner, pero la única que me pegaba, la encontré demasiado joven para esa época. Si hubo una señora, de pelo cortado a la nuca y peinada con ondas al agua, que me pareció Gris Marsala. Sí, seguro que era ella.



Sevilla es así: Semana Santa y Feria, Triana y Santa Cruz, el Sevilla o el Betis pero siempre, ABC. No te has muerto en Sevilla, si tu esquela no sale en ABC.



Llegan los presentadores y nuestro querido Arturo. Impecable. Camisa blanco inmaculado, pantalón beige, zapato acordonado tipo inglés, color tabaco y blaizer fresca, azul marino. Tan Coy como siempre. Empieza la presentación Francisco Robles, presidente del Aula de Cultura. En un momento dado, y hablando de Fito Cózar –el gran ausente de la noche- veo cómo el Jefe se resquebraja por unos segundos. Son solo unos segundos, que achaco a una punzada de dolor agudo, por el amigo que no va a volver. Robles se retira dejando el sitio de Fito vacío y ponen las tres copas –que creo que la azafata no entendía muy bien-, de manzanilla de La Guita y brindan en su honor. Yo también lo eché de menos, a qué negarlo.
“Los amigos están para eso, para echarlos de menos” (sic).



Tengo que reconocer, aunque no guste, que la ausencia de la Alfaguara de siempre, se nota. Se nota y mucho. Eché de menos a nuestras queridas y siempre fieles a iCorso, Rosa Junquera y Yolanda Cortés. Si por un casual, me leéis, que sepáis que nada es igual sin vosotras. Volví a ver a Gerardo Marín, muy cambiado. Ya no es aquel chaval joven y jovial de los tiempos de los primeros Alatristes y Cabo Trafalgar. Ahora, es más bien, un joven ejecutivo al que se le hace una entrevista en el Vanity Fair, y a la semana siguiente, tiene un pillado en ¡Hola! rodeado de descomunales modelos, en un bonito local de la Castellana. Ha crecido, en todos los aspectos y se nota. No entro en porqué Santillana ha vendido Alfaguara a Random House, pero me da en mi pico de gallinita, que seremos los lectores y sobre todo los foreros que hemos conocido tiempos mejores, los perjudicados de esa fusión, si el diablo no lo remedia. O todo sea que volvamos a encontrar un Balkan que nos ayude. Que para nosotros, nunca nada fue imposible.

La presentación. Vuelvo tan pura y virgen como llegué. No hubo grandes novedades. Es más, antes de escribir esta pequeña reseña más digna de los ecos de sociedad que de otra cosa, he escuchado completa la entrevista de Jesús Vigorra en su programa El Público, el pasado lunes. Y poca diferencia hay. Al pobre Vigorra, -en el más cariñoso sentido de la palabra pobre- le han dejado el listón muy alto, debo reconocerlo. A Fito todo se la soplaba, incluso el rancio abolengo allí congregado. A Vigorra le noté más encorsetado, más en su papel de locutor de radio, de periodismo radiofónico. Preguntas con mucha introducción, largas… capaces de dispersar al autor. Y lo digo sin ánimo de ofender. Pero en eso, y algunos me daréis la razón, el maestro es Lobato. Capaz de hacer una pregunta, marcharse a tomar un café, volver y que el Jefe siga entusiasmado hablando. Al César lo que es del César y a Vigorra, claro heredero sevillano, habrá que darle tiempo. Pero los que llevamos una larga etapa, en este oficio de mirar con lupa todo lo revertiano, difícilmente se nos pueden escapar algunos detalles que pulirá, seguro que sí, porque es un profesional. Pero no es mi estilo no contar lo evidente, aunque sí es cierto que no estoy en posesión de la verdad absoluta y para otros, habrá sido perfecto porque, indudablemente, se lo había currado. Y mucho.

Anécdotas hubo un par de ellas dignas de mención. A pesar del precio de los cafés, las camareras se tomaban su tiempo. En la mesa de al lado, un abuelito con gorra marinera, chaqueta y corbata oscura, increpa a la camarera de lo mucho que está tardando en servirle el café. Abre su cartera y le saca una tarjeta del APR con escudo de la RAE y unas letras y firma y le dice: “¿Ud. no comprende que es mi amigo y que voy a llegar tarde y me van a quitar el sitio?”. Ipso facto, le trajeron el café. Como era chiquito, tardó dos segundos en tomarlo y efectivamente, allí estaba en su silla VIP más feliz que una perdiz. Con su libro bajo el brazo. Entrañable.



En otro momento, hablando de sus comienzos, declara APR con la vehemencia que suele utilizar: “¡La guerra es divertida!”. Se dirige a unos, supongo periodistas, que escribían notas afanadamente y les dice: “Y esto, mañana, no sacádmelo de contexto. Que queda fatal. Aunque el ser humano es un animal peligroso”.

El libro comienza por un duelo que, luego se desarrolla en el último tercio (yo aún no lo he leído, conste y tampoco es un destripe). A la pregunta de Vigorra de por quién se batiría en duelo, rotundo: por un perro, por un amigo y por una mujer. En ese orden.

Y hablando de mujeres, de las cuales hubo de recordar hablar de ellas, efectivamente, ser sexagenario es una edad necesaria. Además de espléndida. Y las mujeres tenemos todo el tiempo del mundo. Sobre todo, si poseen el título de Marquesas del Corral.



Eso ha sido todo. Unos petisús y me voy a leer, ¡que ya voy tarde!





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