Foro sobre Arturo Pérez-Reverte
Un lugar de encuentro donde "discutir" sobre la obra del escritor Arturo Pérez Reverte

wufi escribió el día 07/02/2010 a las 21:33
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El Espíritu de la Delfina

Me gustaban aquellas largas tardes de verano en marea baja cuando el sol descendía lentamente por el monte Ulía mientras la mar desnudaba todas y cada una de la peñas de la ría.
Con un poco de maña sería capaz de llenar un balde de pulpos sin apenas mojarme los pies.
Conocía de sobra todos sus escondrijos e incluso me permitía el lujo de dejar algunos para que crecieran un poco más.
Esas tardes revisaba mi rebaño de pulpos cuando estaba seguro de que ninguna mirada indiscreta pondría en peligro mi inversión, en ese caso, deliberadamente perdía el tiempo centrando toda mi atención en una roca estéril intentando dar la sensación de máximo empeño en una captura inexistente.
Cuando realmente me disponía a capturar alguno cuyo tamaño ya me parecía apropiado, ejecutaba la operación lo más rápido posible, a modo de zarpazo y si fallaba a la primera desistía, por algo me decían el Gato.
Aunque en eso del Gato quizás influía más el color mis ojos terriblemente claros y un poco achinados, las pecas en torno a la nariz y la complexión atlética de mi cuerpo que daba la impresión de estar siempre dispuesto a dar un salto.
No era ni muy fuerte ni muy alto, pero los chulitos del pueblo preferían demostrar su superioridad física con otras víctimas más fáciles.
A mí me venían a incordiar con los más pequeños, de manera que si le atizaba a alguno, tenían la excusa para “hostiarme” entre todos por abusador.
Ya tenía una paleta mellada que daba fe de ello además de aumentar mi aspecto gatuno, también llegué a la conclusión de que a ser posible contra una jauría era mejor elegir el terreno y el momento tal como hacen los gatos callejeros
Tocaba luna llena y era de suponer que la marea bajase tanto como para descubrir los restos de “La Delfina” en la entrada de la ría de Pasajes, a la altura del Cabo de la Plata.
“La Delfina” era el barco de mi padre, una chalupa de 15 codos (8,5 metros) que no pudo escapar ,por escasas yardas, del fuerte temporal que se llevó a mi padre y a los ocho marineros que iban con él cuando tenían el abrigo de la entrada a la ría a sólo un tiro de piedra.
Cuando bajaba mucho la marea se la podía ver tumbada a babor, con la roca invadiendo la amura agachada, la regala de estribor casi intacta, el palo quebrado a modo de muñón y la proa mirando a tierra
Llevaba un tiempo acechando un gran pulpo en la Peña de las Gemelas, cerca de “La Delfina”, pero el bicho salió ileso a dos intentonas anteriores. Sería un ejemplar muy apreciado en el día la patrona, la Virgen del Carmen. Quedaban dos días, y seguro que el espíritu de mi padre y “La Delfina”, hoy me ayudarían a capturarlo. Y así fue
Había tardado más de lo previsto en llegar, y no tenía mucho tiempo si quería volver antes de que la noche me cayera encima, así que descuidé la vigilancia y directamente metí la punta del bichero en la guarida del pulpo.
*Hoy vienes dispuesto a llevártelo*. - oí a mi espalda,
** ¿Qué?** - fue lo único que pude decir mientras con una salto hacia atrás me giraba hacia la voz-.
No era voz conocida pero si de la comarca, y por supuesto tampoco era el espíritu de mi padre o de “La Delfina”
*¿Tú quién eres?* - logré decir mientras miraba a aquel muchachito vestido como una muñeca.
*Me llamo Blas y tú eres El Gato el hijo de la viuda*.
Llevaba viendo a aquel petimetre varios días, junto con el “Mesié” de la cara blanca y la peluca, en el acantilado, dibujando y mirando por el catalejo que el tal Blas llevaba ahora colgado al cuello dando molestos reflejos en mis ojos con el sol ya tardío a esa hora
*Yo también voy a pescar, pero estrellas, los pulpos los compra mi cocinera a tu hermana*.
Cierto, era mi hermana quien se encargaba de venderlos, al parecer, el tal Blas también estudiaba minuciosamente el terreno y la situación antes de actuar
* No estoy pescando pulpos, vine a ver mi barco. - dije señalando los restos de” La Delfina”-, además tío listo, las estrellas no se pueden pescar y ni te acerques a mi hermana*
*Tu si que eres listo. ¡Mira que tener un barco que no flota!
aunque al menos sabes pescar pulpos*. - añadió con otro tono menos altivo
*¿Cómo sabes que estoy pecando pulpos?* - admití al fin
*Te llevo viendo estos días de marea baja*.
*¿Desde allá arriba?*
*Más lejos están las estrellas, pero con esto se ven muy cerca*. - y con un gesto se acercó el catalejo a la cara-.
**¿Te crees que lo sabes todo mocoso?**
*No, el Mesié dice que nadie lo sabe todo, lo que se necesite saber está en los libros, aunque lo difícil es saber en cual
Lo de pescar pulpos no lo he visto en ningún libro y parece más divertido que pescar estrellas*.
Mi madre decía que cada vez que hacías una buena acción se encendía una estrella en tu cielo y si eras muy bueno llegabas a encender todo el cielo
Yo no tenía muchas estrellas encendidas e incluso algunas noches no tenía encendida ninguna así que me pareció buena idea eso de pescar estrellas, si es que se podía.
*Vale, dije al fin, yo te enseño a pescar pulpos y tú a mí estrellas pero este bicho es mío*. - señalando la cueva del pulpo-
*De acuerdo, solo quiero ver como lo haces*.
El bicho no quería salir de su refugio, presionaba sus tentáculos contra las paredes de su cueva y no había manera de sacarlo. Era un magnífico ejemplar.
Decidí usar una táctica que no me gustaba mucho porque era muy llamativa para los curiosos indeseados, pero no había más remedio.
**Mierda, necesito un trapo blanco**.
Sin dudarlo y con gran decisión, aquel mocoso, rompió el cuello bordado de su chaquetilla y me lo dio.
Anudé el paño en el mango del bichero, lo empuñé por el gancho y lo puse a la salida de la cueva. El pulpo sacó primero dos tentáculos y luego mostró la cabeza, se quedó un instante mirando al trapo y por fin. - lo que estaba esperando-. Se lanzó a por el trapo.
Con dos dedos hice girar el bichero sobre su centro y atrapé al pulpo con el gancho
Blas se percató de mis intenciones, asió bichero por el trapo y con fuerza sostuvo al pulpo contra la roca mientras yo me agachaba para darle la vuelta a la cabeza como si de un calcetín se tratara; Le mordí la nariz y lo sacudí contra las rocas repetidamente.
*Y esto es todo lo que hay que hacer*. - dije mirando satisfecho de mi captura-
*tres o cuatro kilos calculo*
En esto, nos percatamos de los gritos del Mesié.
***¡Segnoritu Blas, Segnuritu Blas!***
El francés bajaba cómicamente torpe por el camino desde el acantilado. Era absolutamente calvo, traía la peluca en la mano y su cara, esta vez, estaba roja como un tomate.
Al verme, se avergonzó, dejó de chapurrear en aquella lengua extraña con que, muy airado, se dirigía a Blas y se puso tan rápido la peluca que le quedó ladeada.
Pude, por primera vez, intuir lo hijo de puta que era aquel mocoso sabelotodo cuando vi la mueca de su cara al decirle al francés:
*Monsieur, su peluca está ladeada hacia a la derecha*.
El francés instintivamente giró la peluca hacia la izquierda, quedando más descentrada aún, tanto que se dio cuenta, y se la colocó bien al tiempo que lanzaba una mirada furibunda a Blas
*Señor,- dijo despacio aquel cabroncete-, resultó que en este caso mi derecha coincidía con su izquierda*.
*Usted hubiese entendido perfectamente hacia qué lado girar su peluca si hubiese dicho que la tenía escorada a babor pero no le gusta que se emplee términos navales con las personas*.
*Su señor padre estará muy orgulloso de la soltura que ha adquirido con las palabras marineras*.
* Su señora madre se ruborizaría con su insolencia y pocos modales que ni siquiera se ha dignado a presentarme su compañía*. - Masculló el gabacho-
*Mi amigo es el señor Gato……………. el hijo de la viuda*. - añadió Blas-
Tuve la impresión que el francés sabía perfectamente quien era yo y por un momento volví a notar aquella leve mueca traviesa en la cara de Blas
*El señor Gato me acaba de ilustrar en el difícil arte de pescar pulpos, habilidad que no sale en ninguno de esos enormes libros donde usted asegura que están todos los conocimientos*.
*Ya veo que ese difícil arte merecía romper el cuello de una fina chaquetilla*. - Replicó el otro mientras inspeccionaba el catalejo en busca de algún daño inexistente pero de reojo miraba al hermoso pulpo-


Subimos los cuatro, si incluimos al pulpo, por el estrecho camino que serpenteaba por el acantilado del monte Jaizquíbel.
Pierre llegó un rato más tarde, parecía que las desordenadas curvas del sendero se habían multiplicado mientras él subía, su cara estaba mas colorada que antes pero esta vez no se quitó la peluca.
Arriba nos esperaba el cochero de los Olavarrieta que se acercó a nosotros con su casaca azul turquí ya descolorida y un botijo de agua.
Blas rápidamente le arrebató de la mano el botijo y me lo ofreció.
*Ese es Colás, un héroe, algún día presumiré de tener más cicatrices que él*
Colás, a pesar de su cojera y la falta de dos dedos de la mano izquierda era la única persona que nunca había sufrido alguna de las estratagemas del joven Blas de Lezo y Olavarrieta


A unos pasos del carruaje, había una mesa en donde destacaba un libro de tapas de cuero con un sol dibujado en oro y un cofre alargado. Un poco mas lejos; un caballete y una sillita.
*¿Ese cofre es mágico? – Pregunté-
*Si que lo es*. - respondió Blas a la vez que lo abría.-
*Esto una brújula, eso otro es un astrolabio y esos son una ballestilla y un cuadrante*.
*Vaya nombres, ¿y qué magia hacen?*
*Pues hacen que nunca te pierdas*.
*¿Ni de noche?*. - dije asombrado-
**Nunca**. - respondió Blas categórico-.
En el lienzo del caballete había dibujado algo que no lograba entender y ciertamente no estaba bien hecho. Había que ser burro para ponerle ojos, nariz y boca al Sol, o no haberlo visto nunca, claro está.
No quería parecer grosero pero el dibujo me parecía horrible comparado con los que hacía mi hermana Sophie.
A la segunda mirada no pude contenerme.
*¡Qué mal dibujas! , un Sol con ojos.....................!qué tontería!*
*No es un dibujo, es un mapa de los planetas y las estrellas*. - respondió Blas ofendido-.
*Mira….., el Sol sale por aquí, es el Este, se pone por aquí, el Oeste*
*Eso lo sabe hasta un niño, Blas y yo ya tengo quince años*
*Claro, pero.....¿ cómo lo sabes cuando es de noche?*
*¿Con las estrellas?* - pregunté interesado-
*Si*,- respondió tajante-: *Ves, en este dibujo están las estrellas más importantes pero como parecen todas iguales se distinguen por el dibujo que hacen varias de ellas juntas, y esos dibujos son estos garabatos que tan poco te gustan, la Osa mayor, la Osa menor, Casiopea........*
*¿Y cómo sabes todo eso?*
*Aquí*. - dijo Blas señalando el grueso libro de tapas de cuero mientras lo abría-
*Yo no se leer*
* Mira, esta es la estrella polar que señala siempre el norte.
Con las estrellas se dibuja en el cielo la osa mayor que es como una cometa volando hacia arriba.
Luego se dibuja la osa menor, una cometa hacia abajo.
Del rabo de la cometa de la osa menor la tercera estrella hacia arriba es la estrella polar que coincide con la línea de la cabeza de la osa mayor, así*
*Ah, luego el Este está a la izquierda y el Oeste a la derecha*
*Así es*. - Dijo Blas- , *cuando oscurezca la buscaremos en el cielo, hoy es mas difícil porque hay luna llena*

Aquel libro era fantástico, las hojas eran gruesas, amarillentas, hacían ruido al pasarlas y era mas bonito por dentro que la Biblia de mi madre, todas las páginas tenían dibujos y algunos en colores, pero lo que me impresionó fue lo grande, gordo y pesado que era.
*Mi madre también tiene un libro, una Biblia, lo lee todas la noches con mi hermana, pero el libro de mi madre debe decir menos cosas que este porque es mucho más pequeño*
*¿Tu hermana sabe leer?*. - dijo Blas muy interesado-.
*Mi madre le enseña pero ella tampoco sabe mucho, además a Sophie le gusta mas dibujar y dibuja mejor que tú*.
**El libro de tu segnora madre habla de las personas y este tan grande y gordo solo habla de cosas**. - Nos interrumpió Pierre que ya había recobrado el aliento y cogía uno de aquellos instrumentos del cofre-
Noté que Blas prestaba mucha atención a todo lo referente a mi hermana, como todos los demás chicos.
Sophie era más guapa que los ángeles que había pintados en el techo de la iglesia. Un día mi primo Iñaki le rompió todos los dientes al chico del herrero por decir que le gustaban más los ángeles que ella.
Lo cierto es que Iñaki le había roto algún diente a todos los chicos del pueblo, a mí por ser familia y hermano de Sophie, solo me había mellado una paleta, quizás porque mi hermana lo detestaba y él me culpaba a mí.
Realmente Sophie no era mi hermana, era mi hermanastra.
Al poco de morir el aitá, hubo otro naufragio y la amá, que solía ir al acantilado del Jaizquíbel para arrojar flores a “La Delfina”, encontró a aquel inglés maltrecho en la playa; lo curó, alimentó y sanó.
Decían en el pueblo que también lo reconfortaba y antes de acabar el luto por mi padre ya estaba embarazada de Sophie, cosa que jamás le habían perdonado.
Para colmo, aquel perro inglés, resultó ser un granuja embaucador de mujeres además de un vago borracho buscapleitos y cosas aún peor
El pueblo no era proclive al perdón de mi madre que encima no era de aquellas tierras por lo que los domingos y las fiestas oía la misa desde el frontón de los pelotaris que compartía pared con la iglesia. Con los años el señor cura accedió a darle comunión los viernes muy de mañana antes de que acudieran otras feligresas, no sin que a cambio ella se encargara de su ropa y avios sacerdotales gratis ya que mi madre lavaba, planchaba, zurcía y ajustaba la ropa de los notables del pueblo como única fuente de ingresos, yo ayudaba con mi jornal de grumete en la chalupa de mi tío y con algún que otro pulpo.
Mi relación con lo religioso era pues contradictoria y no podía entender que la bruja de mi tía Arantxa tuviera derecho a entrar en la Casa del Señor y mi madre no.
Pierre se acercó al carruaje y sacó un porrón de vino de una cesta de mimbre, lo alzó y le dio un largo tiento. Colás se había acercado y tomó relevo en la tarea de achicar el vino pero con mucha mas destreza en el uso correcto del porrón y desde mas lejos que el francés.
Mientras Colás hacía sitio en la mesa para la cesta de mimbre, Pierre se me acercó
*Muchacho, aún hay mucha claridad para ver las estrellas. Comeremos algo mientras termina de anochecer. Es muy tarde para que vuelvas solo al pueblo, nosotros te acercaremos en el carruaje, conozco a tu madre y hago tratos con ella, yo te excusaré*.
* Si tienes hambre come algo de la cesta*. –agregó al fin para deleite de mis tripas-
Por supuesto que tenía hambre, como siempre, el hambre lo había inventado yo, el olor a queso curado y jamón que salía de la cesta arengaba a mis tripas; estas a su vez se revolvían alocadas dentro de mi barriga gozando del placer de aquellas viandas por anticipado hasta el punto de tener que tragar la saliva que manaba descontrolada en mi boca esperando bocado.
Pero la curiosidad puede al Gato como dice el refrán
Me llamaba mas la atención mirar por el catalejo y aquellos instrumentos mágicos que Blas estaba manipulando.
Unos leves golpes con la punta del catalejo en mi hombro terminaron por decidirme.
Puse un ojo en la mira e instintivamente cerré el otro ojo, en un principio solo veía azul, fui subiendo despacio y pude ver el horizonte. Era impresionante,
Blas me giró hacia el Oeste y pude ver como el sol se escondía en el horizonte recortándose levemente en el monte
*¿Lo ves? - dijo Blas
-**Siii** - respondí excitado-, **¡qué cerca!**
* y no tiene ojos ni boca*.
Siempre me habían gustado las puestas de sol, pero con aquel artilugio era mejor.
Los colores incluso se veían diferentes. La cantidad de tonos ocres y naranjas se multiplicaba por cien. Las pocas nubes a lo lejos adquirían unos colores de los que ni siquiera sabía el nombre. Las espumas de las olas que rompían en la otra punta de la entrada a la ría parecían tener vida. Una agradable sensación reconfortaba mi alma hasta los dedos de los pies
Una gaviota que cruzó por el círculo de visión del catalejo me sobresaltó, pude distinguir perfectamente sus patas
***Una gaviota*** - grité extasiado-
Blas alargó la parte delantera del catalejo y la gaviota se acercó aún más, podía incluso distinguir sus ojos y hasta me dio la impresión que me saludaba cuando abrió el pico para graznar
*Viene hacia aquí*
Aparté el catalejo y busqué la gaviota, pero estaba tan lejos que me costó encontrarla y apenas se distinguía en el cielo.
Un puntito apenas visible en el horizonte llamó mi atención, alcé el catalejo, no lo veía, comencé a buscarlo muy despacio de izquierda a derecha hasta que apareció y nuevamente desapareció, mas despacio aun moví el catalejo en sentido contrario.
Allí estaba; una vela,
Moví la lente; Se alejó; Al revés. - me dije -, la vela comenzó a aumentar un poco su tamaño hasta que la lente llegó al tope.
***¡Una vela!, ¡una vela!*** - empecé a gritar.
Pierre y Blas se acercaron rápidamente, noté como me arrebataban el catalejo y en un instante Blas ya tenía el ojo puesto en la mira.
*¿En qué dirección?*. – preguntó-
*Allí*
*¿Pero dónde diablos es allí?*
Tras un segundo de titubeo caí en la cuenta, pensé:
*Entre el norte y el Oeste más cerca del norte* - dije muy serio.
*Estoy esperando segnor Blas*. - escuché la voz de Pierre extremadamente seria
*Aparejo redondo, marcación Norte cuarta Oeste, de bolina, se dirige hacia aquí, con la bordada a la mala*
Blas ofreció al catalejo a Pierre con un ademán sumiso
*Correcto segnor Blas*
*¿Qué opina segnor Blas?*
* Pinaza atunera Monseur Pierre, pretende alanzar Pasajes en dos bordadas más, ahora está en la mala.
No le dará tiempo antes que la noche cierre.
Esperará a mañana para entrar, virará en breve y buscará socaire por barlovento de la entrad a la ría. Si conoce los fondos dará el ferro*
*Correcto, está virando, ¿distancia? Segnor Blas*
Blas se afanaba con otro de los instrumentos del cofre, tenía los ojos clavados en el barco del horizonte, estaba colorado y su cabeza comenzaba a humear. Realizó una cuenta imaginaria con los dedos de la mano y al fin, con un gesto como cuando se termina un pesado trabajo dijo:
*4000 yardas monsieur*
Pierre ofreció de nuevo el catalejo a Blas, y comenzó repetir todas las acciones que antes había realizado el chaval.
*Fogmidable segnor Blas*
*Cuatro cañones de a dieciséis*. - respondió este muy serio
*¿Seguro?*
*Absolutamente monsieur, he reconocido el barco, lo he visto en puerto y tiene cuatro cañones de a dieciséis*
*También vale el método aunque no sea muy ortodoxo*
*Don Blas, mañana comunicaré a su padre que ya está usted preparado*.
*Enhorabuena, podrá asistir a la misa del Carmen con su uniforme de guardiamarina. Después del verano embarcará en un navío de la Real Armada para continuar su formación, que los vientos le sean propicios*
* A sus órdenes guardiamarina Don Blas* -dijo Colás visiblemente emocionado a la vez que se llevaba el puño derecho a la sien e inclinaba ligeramente la cabeza. Yo le imité-.
El camino de regreso al pueblo fue rápido ,la luna ayudaba a los caballos con el camino, en silencio la mayoría. Mientras incorporaba a mi cielo la estrella polar repitiendo la técnica varias veces, noté que desde ese momento el segnoritu Blas había dejado de existir y las pocas veces que Pierre o Colás se dirigieron a él lo hicieron como don Blas.
Cuando entramos por las primeras casas del pueblo, Colás sacó el porrón, dio un trago y me ofreció el fondillo, cuando lo terminé de un pequeño sorbo, lo agitó al aire y con voz solemne lanzó al viento tres hurras por Don Blas, arrojando el vidrio por el aire que con un ruido a campanillas quedó hecho añicos al chocar contra una piedra.
La amá estaba en el dintel de la puerta cuando el carruaje se detuvo, su gesto era severo, Pierre y Blas bajaron por el estribo mientras yo saltaba desde el asiento alto al lado de Colás. Pierre descubrió el sombrero y explicaba a mi madre lo sucedido además de dedicarle todo tipo de halagos que delataban claramente las intenciones del francés ante una de las pocas mujeres accesibles para un soltero en aquella zona, ella ofreció la entrada y esperó a que Pierre y Blas pasaron para reglarme un pellizco de más de media vuelta en el costado- los que una amá saben que duelen de verdad-
*Tiene buen arreglo*. –dijo la amá mientras observaba el cuello de la chaquetilla de Blas-
*mañana por la tarde estará lista*,- agregó cuando le di el trapo que había servido para pescar
*Sophíe la llevará junto con los uniformes que casi están listos*
* Y ese pulpo también*. - añadió Pierre-
Blas estaba en otro mundo, uno con tirabuzones rubios y ojos verdes, que le observaban en silencio desde la cocina. Desde que conocía a Blas no lo había visto tan inseguro, apenas dijo buenas noches y con gran esfuerzo, y es que cuando el corazón reseca la garganta la palabra resulta perjudicada.
Mientras Blas y Pierre subían al carruaje para marcharse le dije a Colás lo suficientemente alto para que lo escucharan los demás
**Estas dos estrellas que hay aquí no se pescan con un catalejo**.
Un nuevo pellizco en el otro costado me hizo girar directamente hacia el interior de la casa, detrás vinieron unos cuantos cogotazos y el roce de una alpargata voladora
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La imaginación consuela a los hombres de lo que no pueden ser. El humor los consuela de lo que son.
-Sir Winston Churchill-


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