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Vigilio escribió el día 08/12/2009 a las 04:32
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ANEXO AL 13.12.2009 ~La breva madura~
Con tu permiso LaDe, y por si acaso estuvieras de puente, voy a anexar esto ya mismo porque barrunto que va tener unas cuantas visitas. Y más viendo la noticia que nos traen Ginebra y T.S.

El rocoso asunto inglés que hoy nos ocupa viene de largo en los artículos del jefe. Podríamos tratar dos o tres temas de los que suscita en el de hoy, pero creo que será mejor ir al grano; que más que un grano es un forúnculo de tres pares en el mimísimo culo de este toro al que ahora no le queda más que el pellejo.

Pero primero un homenaje que ya hizo hace trece años...

CAZADORES DEL MAR
Ocurrió hace nueve años. Anochecía frente a la embocadura de la ría de Vigo, y la turbolancha del Servicio de Vigilancia Aduanera aguardaba inmóvil, motores parados, en el agua tranquila y roja. Bebíamos café, esperando, y en el puente el patrón —gorro de lana, rostro tallado de arrugas— fumaba inmóvil junto a la radio. Corno nosotros, otras cuatro lanchas aguardaban el comienzo de la cacería. Fuera de las aguas jurisdiccionales españolas, doce planeadoras contrabandistas que acababan de abarloarse a un barco nodriza cargado de tabaco aguardaban la llegada de la noche para meterse en la ría.
Llegó la oscuridad y permanecimos inmóviles, sin luces, en absoluto silencio. De pronto se oyó como un proyectil de cañón que pasa, algo cruzó a nuestro lado igual que una exhalación, el patrón dijo: “Ahí están, y la noche se rasgó de parte a parte con reflectores, motores arrancando a toda potencia, y un súbito griterío en la radio, muy parecido al excitado diálogo de los pilotos durante los combates aéreos. La caza duró dos horas largas, en persecuciones a cincuenta nudos entre las peligrosas bateas mejilloneras y la costa, con los contrabandistas encendiendo bruscamente focos para deslumbrar a las turbolanchas y que éstas se estrellaran en los obstáculos. Aquella noche, el Servicio de Vigilancia Aduanera capturó cuatro planeadoras y tuvo dos hombres heridos. Y yo me enamoré del SVA para toda la vida.
Salí a la mar con ellos muchas veces —también lo hice con los del otro bando, y entonces fui cazado en vez de cazador—, acompañado por magníficos cámaras de televisión; tipos duros que se llamaban Márquez, Valentín, o Josemi, capaces de filmar planeando de noche a toda leche, dando pantocazos sobre las olas con una Betacam al hombro. Compartimos así con los aduaneros del SVA mucho tabaco y muchas noches de buena o mala fortuna, bebimos litros de café y coñacs al saltar a tierra, hicimos amigos para toda la vida, llenándonos de recuerdos, de momentos difíciles o extraordinarios. Una vez, encelados tras una planeadora gibraltareña, nos metimos tanto en la playa de la Atunara que la turbina se tragó una piedra del fondo. Y en otra ocasión, cuando mi compadre Javier C., el mejor piloto de helicóptero del mundo, nos llevó de noche a un metro sobre el agua tras una lancha cargada de hachís —a la que rompió con el patín la antena de radio para incomunicarla del Peñón—, el aguaje de la planeadora entraba por las puertas abiertas del helicóptero, empapándonos, hasta que tocamos una ola y casi nos fuimos todos al carajo.
El caso es que aprendí a respetar a esos hombres viéndolos trabajar; compartiendo sus peligrosas cacerías, sus éxitos y sus fracasos. Y ahora abro un periódico y me entero de que una ley a punto de aprobarse pone en manos de la Guardia Civil las competencias operativas de la lucha contra el contrabando. Eso significa, si he leído bien el texto, que la gente del SVA, esos hombres callados, profesionales y eficaces, perderán toda iniciativa y quedarán como simples funcionarios bajo la supervisión de Picolandía. Lo que me entristece. No cabe duda —entendámonos— de que los cigüeños de las Heineken harán bien su trabajo. Es gente concienzuda y dominará ese registro cada vez mejor, a medida que sus dotaciones se fogueen con horas de mar y la experiencia de años que poseen los hombres del SVA. Sobre el papel se trata de una unificación y coordinación, y eso siempre es bueno. Pero conociendo el percal, o sea, los piques y las competencias de los consabidos cuerpos y fuerzas, mucho me temo que lo que de veras implica la ley es el desmantelamiento de un Servicio de Vigilancia Aduanera al que debemos —al césar lo que es del césar— los más brillantes servicios en el acoso de los narcotraficantes y contrabandistas. Un cuerpo de elite que ya quisieran para si muchas administraciones. Y la nuestra, en vez de sacarle partido en lo que vale, va y me lo capa.
Porque ya me contarán. En eso de apuntarse a los servicios más difíciles y brillantes, los picoletos no se casan con nadie, y es lógico. Así que mucho me temo que, colocándolo bajo la supervisión de la Benemérita, al SVA van a darle sentencia de cruz. Un pago ingrato y miserable para gente que se ha jugado el pellejo por hacer su trabajo a conciencia, con humildad y eficacia, y cuyos impresionantes servicios prestados permitieron a mas de un juez hacerse famoso en los telediarios. Pero no sé de qué me extraño, a estas alturas. El nuestro es el país de los buenos vasallos siempre fieles, siempre traicionados, que nunca encuentran buen señor.
Arturo Pérez-Reverte. Publicado en El Semanal, el 10 de diciembre de 1995.


Y sin más, tres artículo de referencia obligada. Flaco favor los haría comentándolos.

LA BREVA MADURA
Miro una foto del ministro español de Asuntos Exteriores dándole sonriente la mano a su colega británico, y me pregunto de qué diablos sonríe don Abel Matutes. Habida cuenta, sobre todo, de que el inglés acaba de decirle que esa sugerencia de compartir la soberanía de Gibraltar durante cien años de cara a una futura devolución de la cosa, se la puede ir metiendo España por donde le quepa. Por su parte, el ministro guiri también sonríe, mirando a los fotógrafos como diciéndoles: no sé si habéis oído la propuesta de este soplagaitas. En cuanto a Matutes, parece que está mirando al inglés; pero en realidad también mira a los fotógrafos de reojo, consciente del papelón. Se trata de esa sonrisa fija, rictus conciliador y desesperado, que hizo famosa su antecesor don Javier Solana; y que parece la marca de fábrica de todo ministro español de Exteriores cuando acaban de sodomizarlo –perífrasis diplomática- los representantes de alguna potencia extranjera.
En cuanto a Gibraltar, pues bueno. Como individuo cuya memoria histórica pertenece a un lugar llamado España, me cabrean las circunstancias en que la pérfida Albión se apropió y repobló ese peñón que algunos idiotas de aquí, jugando el juego inglés hasta en esa chorrada, suelen llamar la Roca en los papeles. Me mortifica la mala fe británica, el cinismo y la poca vergüenza que en este asunto, como en tantos otros, ha utilizado Inglaterra como herramientas. Y se me cae la cara al pasar revista a la lamentable gestión de nuestra diplomacia, desde los mierdas con encajes que firmaron el tratado de Utrecht en 1713 a la mueca desolada de don Abel, sin olvidar el “ahora, a por Gibraltar” de don Francisco Franco, y aquella “breva madura” de la que hablaban sus más eximios ministros y generales.
Lo que pasa es que las cosas son como son. La diplomacia española fue torpe echándole el cerrojo a la frontera y torpe abriéndola, sin que en ninguno de los casos supiera sacar partido a la coyuntura. Y ahora, tal y como está el patio, cuando precisamente con un gobierno de derechas –tiene guasa la cosa- acabamos de descubrir que España no existe y que hemos vivido una sombra, una ficción, durante los últimos treinta siglos, cuando los hombres de hierro que rigen nuestros destinos sólo son capaces de ponerse gallitos con Cuba y asumen con alegría el papel de palanganeros de Estados Unidos y de la Otan, y cuando en Canarias van a mandar los militares norteamericanos, en Galicia el mando portugués, en el Estrecho Londres, en el Mediterráneo los italianos y en Madrid los alemanes del Cuarto Reich, no van a ser precisamente los sólidos compadres de don Abel los que recuperen Gibraltar así, por las bravas. De modo que, a estas alturas de tan lamentable feria, la pregunta que uno se hace es si n o hay otras cosas más importantes en las que perder el tiempo.
Los gibraltareños, vayan y échenles un vistazo, viven como sultanes. Han colonizado el campo de Gibraltar y creado, con la complicidad indígena, una infraestructura llanito-británica cuya influencia llega hasta Málaga. Se pasan por el forro, impunemente, un mínimo de 50 normas de la Comunidad Europea. Querían que España aceptara sus pasaportes, y lo han conseguido. Quieren que se les acepte el DNI local, y se les aceptará. Quieren código telefónico propio, y lo tendrán. Y además no quieren ser españoles, cosa que me explico perfectamente en una Europa donde ser español es sinónimo de limosnear y poner el culo, mientras que ser inglés permite estar en misa y repicando. Conclusión: España tiene las mismas posibilidades de recuperar el Peñón que Isabel Gemio de ganar una beca Erasmus.
Pero, en fin. Con los gobiernos autonómicos imprimiendo para sus escolares libros de Historia, y de Lengua, y de Literatura, donde no sólo no figura Gibraltar, sino que ni siquiera figura el resto de España, ¿a quién carajo le importa un peñón más o menos? Así que es preferible que nuestra diplomacia emplee su tiempo en otros asuntos. Que en cuanto a peñones, colonias, plazas de soberanía o lo que sean, bastante ocupados vamos a estar dentro de poco entregando Ceuta y Melilla –gratis- a un Marruecos islámico, que en vez de pateras nos va a mandar muyaidines. Así, por mí, que Inglaterra, el Orejas y los llanitos se queden Gibraltar, y le pongan encima un anuncio luminoso de Winston y una foto de Lady Di. Que ya está bien de tanto hacer el gilipollas.

Arturo Pérez-Reverte. Publicado en El Semanal, el 23 de febrero de 1997.

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TEMBLAD LLANITOS
Qué miedo. El ministro don Abel Matutes ha decidido que a Gibraltar le vamos a poner los pavos a la sombra. Cuando hace unas semanas Peter Caruana le jugó a don Abel la del chino, dejándolo con el culo al aire, el palacio de Santa Cruz clamó venganza, cielos, venganza. La venganza de don Mendo. Así que nuestra diplomacia quiere apretar las tuercas a ese nido de piratas que se chotea del señor Matutes y de sus antecesores desde que Franco era cabo. Incluso desde antes. El Gobierno de las Españas, que cuando se enfada es terrible, ha decidido chivarse a la CEE de lo malos y lo tramposos que son los de La Roca. Porque ésa es otra: la palabra Peñón tiene connotaciones poco de centro, y Roca, traducción del inglés rock -como rock and roll-, es más políticamente correcto, más moderno, y así no piensan que Matutes y su ministerio son de derechas, por Dios.
Mis amigos gibraltareños, Silvia la morenaza guapa del bar, y el gran Eddie Campello, y el rubio Parodi, y los otros de allí, incluyendo los que iban y venían al moro en las Phantom con el helicóptero de mi compadre Javier Collado en la chepa, deben de estar acojonados. Imagino el diálogo: oye, qué preocupación, colega, que el ministro Matutes dice que nos va a poner a marcar el paso, pisha. A ver si la CEE, que no tiene otra cosa que hacer, se toma en serio esa lista de las treinta mil normativas que incumplimos y las cincuenta sociedades fantasma, o a lo mejor es al revés, shosho; y la OTAN nos bombardea, y nos viste a los monos de cascos azules. Ohú. Qué pánico.
Incluso yo mismo estoy preocupado. Igual un día paso por allí con el curricán en el agua, y me sale una patrullera llanita a decirme oiga usté. Y yo, sabiéndome respaldado por un Gobierno bravo y con casta, me subo a la cruceta y les digo iros a hacer puñetas y esto para la reina, y ellos se ponen flamencos y me piden los papeles, y yo me abalanzo a la radio y digo mayday, mayday, a mí la Legión, y el ministro Matutes en persona manda a la corbeta Vencedora, que para eso están las corbetas, a defender mi derecho a echar el curricán donde me salga de los cojones. Pero entonces lord Flanagan y su puta madre piden en el Parlamento que manden la HMS Surprise y toda la flota de Su Majestad, y liamos la de Trafalgar en postmoderno. Así que ojo. Cuando se tienen jabatos como el ministro Matutes, estas cosas se sabe cómo empiezan, pero no cómo acaban.
Uno, en su modestia, recomendaría a Exteriores que, si de verdad quiere fastidiar a Caruana y su panda de golfos, en vez de registrarles los coches a los turistas y montar numeritos con los picoletos de la aduana y seguir haciendo públicamente el payaso, les diera un toque a los intereses británicos que, en suelo español y con la complicidad y el compadreo de empresarios españoles, controlan la Costa del Sol con urbanizaciones de lujo, campos de golf, puertos deportivos y demás: auténtico sistema neocolonial con oficina en Gibraltar y la vivienda y todas las ventajas y todo el lujazo en España, donde invierten su pasta, y tienen sus Casas, y pasan el fin de semana los ministros y gobernantes gibraltareños, por el morro. Ésos sí que son intereses británicos de verdad, vulnerables porque donde está el dinero es donde duele. Apretar las tuercas ahí, y no a los infelices que cruzan la verja, sí que fastidiaría a mis primos del Peñón, y a los de Londres. Pero en ese puchero no sólo mojan ingleses, así que cuidadín. Casa cosa es cada cosa.
En cuanto a los intereses generales, a los que el ministro se refería para justificar las colas en la frontera y la pérdida de empleo de los trabajadores españoles, alguien debería recordar que los sucesivos gobiernos de España se han venido pasando los intereses de los habitantes de la zona por el forro de los huevos, convirtiendo La Línea y el campo de Gibraltar, después de mucha mojarra y mucho cinismo, en un lugar de abandono y miseria donde la gente ha tenido que montárselo como Dios o el contrabando le han dado a entender. Y que ahora la colonia británica, el turismo que genera, su actividad comercial y picaresca pirata y desprovista de vergüenza, son el único recurso económico solvente. Los españoles de allí no tienen otro remedio que vivir de Gibraltar, haciéndoles de camareros y de albañiles y de tenderos a los llanitos y a los ingleses. Así que van listos, si son el ministro Matutes y su Gobierno los que ahora se comprometen a darles de comer. Como decía el chiste: Virgencita, Virgencita, que me quede como estoy.

El Semanal, 21 de marzo de 1999

DIA D EN LA LINEA
Ohú. Imagínense ustedes el cuadro, que a lo mejor hasta vieron parte en aquel vídeo de un aficionado que puso la tele. Yo mismo habría dado cualquier cosa por estar allí, mirando, mientras me tomaba una cerveza en un chiringuito con mi vecino el perro inglés. Ese domingo de Carnaval. Esa playa de La Línea de la Concepción, pegada a la verja de Gibraltar pero por el lado de aquí. Esa lancha británica arbolando pabellón de su Majestad la Queen. Esos feroces soldados de los Royal Marines haciendo maniobras con sus caras tiznadas en plan rambo y sus escopetas y sus morteros. Ese Peñón al fondo. Ese ejercicio de desembarco a media mañana, Inglaterra espera que cada uno cumpla con su deber y toda la parafernalia. Esa fiel infantería de marina británica dispuesta a mostrar una vez más su letal eficacia en las cosas de la guerra crué. Ese sargento chusquero Thomas Smith, o como se llamara, con un tatuaje de las Malvinas en un brazo y otro de su puta madre en el otro, que patronea la lancha de desembarco. y que se equivoca de playa. y que mete al teniente Mortimer ya sus veinte máquinas de matá en la playa española en vez de en la gibraltareña, o sea, por el lado de acá de la verja. Y ese desembarco impecablemente táctico, con muchas posturitas y mucho arrastrarse por la playa y mucho adelante, muchachos, a por ellos, cúbreme, Tommy, Bragueta. Seis a Zulú Cuatro, afirmativo, cambio, etcétera.

Ahora imagínense las caras de los de este lado. Los padres paseando a sus niños en los cochecitos. La gente de La Línea que andaba por allí con sus cañas de pescar. Los varillas aparcacoches, dame algo, colega. Y la guasa. Domingo de Carnaval, insisto. La playa asín de gente y los Royal Marines haciendo el gilipollas, a gatas por la orilla. Los pescadores en sus pateras, con las redes a medio sacar, gritándoles os habéis equivocao, hihoslagranputa, que esto no es Hibraltá sino España, Spain. This is Spain and yu mistaken, pishas. Y esos dos policias municipales de La Línea moviendo las manos, que no, tíos, que la verja está allí atrás y os habéis pasao unas yardas y varios pueblos. Y esos llanitos del otro lado, británicos y todo lo que quieran, pero que les va la coña marinera como al que más, que para eso son de allí y se apellidan Sánchez y Cohen y Parodi, agarrados a la verja y llorando de risa con los ingleses, no te lo pierdas, Johnny, la Navy no sólo navega sino que patina. Rule Britannia. Y en ésas, el teniente Mortimer que se da cuenta del planchazo y se le caen los cojones al suelo y dice por la radio aquí Zulú Cuatro, retirada, retirada, Black Hawk down o lo que sea, y todos los rambos nasíos pa matá otra vez a gatas para la lancha a toda mecha, apuntando para aquí y para allá, antes de que al cabo primero Romerales, del puesto de la Guardia Civil, que lleva cuatro coñás esa mañana, se le crucen los cables y saque el nueve parabellum y se vaya derecho a la playa, cagüentós los muertos de los ingleses, y la líe. Y al día siguiente, ese ministerio español de Exteriores diciendo nada, hombre, chiquilladas bélicas sin importancia; y el portavoz del ministerio de Defensa inglés haciendo chistes, je, je, un fallo lo tiene cualquiera, pero somos aliados y pelillos a la mar, así que tranquis y a joderse, que para eso están ustedes en la OTAN.

Ahora imagínense que hubiera ocurrido lo contrario. Que en el curso de unas maniobras militares españolas, el teniente Arensibía y la sargenta caballera legionaria Vanesa, con cabra incluida, hubieran desembarcado por error en una playa de Gibraltar, no ya con escopetas, sino con el bocata de mortadela de media mañana. Si hace algún tiempo, cuando una lancha del Servicio de Vigilancia Aduanera español se despistó, metiéndose tras una planeadora contrabandista en el Peñón, ya montaron los llanitos y los ingleses la de Dios es Cristo, calculen la que hubiera caído con esto, y más si encima alguien lo filma en vídeo: violación de aguas y territorio británico, agresión a la colonia, afrenta irreparable a la bandera de Su Majestad. Esos llanitos poniendo el grito en el cielo. Ese Foreign Office mandando notas de protesta. Esos editoriales del Times y del Guardian dando caña. Esos hooligans ingleses rompiendo bares de Benidorm como represalia. Los tertulianos de las arradios españolas pidiendo que rueden cabezas, y acto seguido ese ministerio de Defensa destituyendo por si acaso a toda la cadena de mando, sargenta y cabra incluidas, y mandando al general jefe de la región militar destinado forzoso a Chafarinas, a enseñarle instrucción, un, dos, ep, aro, a la foca Peluso. Y ese ministerio nuestro de Asuntos Exteriores, pues ya saben. Arrastrándose, como suele, en busca de alguien a quien hacerle una mamada urgente -especialidad de la casa- para relajar la cosa. Y dando gracias al Cielo por que el teniente Arensibía y la cabra se hubieran equivocado desembarcando en Gibraltar, y no al otro lado de la verja de Melilla.

Arturo Pérez-Reverte. El Semanal, 10 de marzo de 2002.


Gracias, Salva.

P.D.: Creo haber comentado alguna vez que llevamos cosa de una década en que esos jodidos ingleses no se olvidan de nosotros enviándonos recuerdos cada año sin falta. Tenéis todos pagada una cena donde os plazca si el siguiente llega más tarde del verano. :-DDD


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