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La Derrota escribió el día 12/06/2009 a las 09:13
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ANEXO al 14.06.09 ~ Delatores y chivatas


«Tranquiliza mucho comprobar que no todos los tontos del haba están aquí, que el resto de Europa también goza de su correspondiente y nutrida cuota, y que ciertos ejemplares foráneos pueden llegar a serlo más que los nuestros. Cosa difícil, porque, en España, algunos tontos del haba y tontas del habo lo son hasta el punto de que, si se presentaran a un concurso de imbéciles, los descalificarían por imbéciles. Y por imbécilas. …»


Con respecto a la delación estilo hispánico dejó don Arturo su pensamiento hace año y medio:


PATENTE DE CORSO 27.01.2008 - Siempre hay alguien que se chiva

Me chocó un poco que, después de un atentado de ETA en Vizcaya, cierto responsable político local comentara, dolido: «Alguien del pueblo se chivó». Lo sorprendente, a mi juicio, no es que eso ocurra en un pueblo vizcaíno o en cualquier otra parte, sino que a estas alturas a alguien le sorprenda, todavía, que la gente se chive. Dicho de otra manera, que el personal largue por la mojarra, se berree del prójimo, dé el soplo, el cante, el culebrazo. Que un chota, un mierda emboscado, una rata de alcantarilla, un hijo –o hija, seamos paritarios– de la gran puta, oculto tras los visillos del piso de arriba o la casa de enfrente, delate al vecino, al amigo, a quien se ponga por delante. Después de todo, delatar al prójimo es sólo una práctica más de la infame condición humana.

Miremos alrededor. Ya en el colegio algunos apuntan maneras que luego perfeccionarán en la vida adulta, pródiga en coyunturas adecuadas. Pero no siempre son chivatazos con beneficio directo. Es cierto que el dinero, la ideología, el ajuste de cuentas o la enemistad particular tienen mucho que ver. El chivato señala al enemigo confiando en que otros hagan el trabajo que él no se atreve a hacer, o no puede. Pero otras veces –me atrevería a decir que la mayor parte de ellas–, se mueve por razones más íntimas y oscuras. Por impulso irresistible, quiero decir. Sin necesidad evidente. El instinto de supervivencia, por ejemplo. O de grupo. Creo que el hombre delata a causa de su cobarde naturaleza social. Planteada la cosa en términos antropológicos, no aprecio gran diferencia técnica entre el escolar que se chiva al maestro de que fulanito hizo esto o aquello, y el vecino que le cuenta al heroico gudari de la pistola a qué hora saca Mengano a pasear al perro. Todo es cuestión de circunstancias.

Como latino mediterráneo que soy, tiendo a creer que berrearse del vecino es más propio de latitudes frías y ordenadas, como la arquetípica viejecita londinense que llama a la policía porque un perro le mea en el portal, o esos honrados alemanes que responden «¿Adolf? ¿Qué Adolf?» cuando les preguntas qué hacían en el No-Do llorando emocionados cuando pasaba el Führer, o esos ejemplares ciudadanos austriacos que devolvían, a golpes y patadas en el culo, a los republicanos españoles que se fugaban de Mauthausen. Uno tiene cierta propensión a creer eso; a consolarse pensando que aquí, ibéricos individualistas, cada perro se lame su badajo. Y resulta que no. A lo mejor es verdad que nosotros denunciamos menos por instinto gregario y reverencia al poder constituido, como ocurre en otros climas. Pero no es menos cierto que el trabajo, la competencia profesional, la ambición, el rencor, la envidia que nos abona el patio, equilibran la balanza. A ver qué se habrá creído ese cabrón, etcétera. Basta un vistazo a los libros de Historia para comprobar que la cosa no es de ahora; que chivarse es ejercicio viejo nuestro, con mucha solera. Aquí delatamos durante el franquismo como delatábamos durante la Guerra Civil, lo mismo en zona nacional que en zona roja: nunca faltó un chivato para el teniente Castillo ni otro para Calvo Sotelo, sin complejos. Con paredón de por medio, tanto monta. Aquí delatamos a Torrijos y a su gente igual que apuntamos antes a los franceses quiénes eran patriotas, y a los patriotas quiénes eran afrancesados. Delatamos al Santo Oficio a judaizantes, moriscos, herejes y sodomitas, e hicimos corro, encantados y festivos, alrededor de sus hogueras. Delatamos a Viriato, y delatamos a la madre que nos parió cuando se puso a tiro. Y cuando no lo hicimos por ideología o por dinero, que también, fue por sólido, redondo, recio odio al delatado. Porque fíjense: dudo que en esa bonita especialidad de odiar nos gane nadie. Si un alemán, por ejemplo, delata atento a la ley y el orden, lo usual es que el español lo haga gratis, por la cara. Por ganas de joder, vamos. Por amor al arte. Imaginen a nuestra ruin clase política –el País Vasco es ejemplo limitado y unidireccional, pero sirve de muestra– en una situación general donde señalar con el dedo cueste al adversario la vida. Como hace setenta años. ¿Los imaginan, verdad?… Yo también los imagino.

Sin embargo, desde mi punto de vista, lo peor no es el chivato, sino todos esos numerosos, probos, excelentes ciudadanos que, cuando el delatado huye despavorido llamando a puertas que no se abren, se quedan mirando el televisor, quietos, sordos, mudos y ciegos, porque la cosa, en apariencia, no va con ellos. Y al día siguiente, al encontrarse al chivato en el bar de la esquina, en la calle o en el portal –aquí nos conocemos todos–, saludan o sonríen, cobardes, como si nada supieran de lo ocurrido. Y es que hay algo aun más infame que las ratas y sus secuaces: los muchos miserables que intentan congraciarse con ellos.




Porque la delación es un tema de don Arturo, tocado al menos en los siguientes artículos:


Linchadores natos. 05/02/1995
«…Pues lo que los españoles hemos sido siempre, incluso en los mejores momentos de nuestra historia -bellos motines y heroicas asonadas-, es una pandilla de Sanchopanzas analfabetos, insolidarios, proclives al escopetazo cainita con posta lobera, que sólo encontramos unidad a la hora de la envidia, el degüello o el linchamiento. Porque hay cosas que en este país desgraciado podemos hacer fatal; pero aquí envidiamos, degollamos y linchamos a la gente como nadie. Y lo que más encona el asunto, lo que más energía imprime a la mano que abre la navaja o empuña la piedra de lapidar, es nuestro propio miedo. Nuestra presunta ignorancia.…»

1995.03.19 La dama y el chivato
No quiero ser jurado - A.P.R. (El Semanal, 29-X-1995)

1996.08.11 Sobre virtuosos y chivatos
«Aquí siempre hay alguien dispuesto a denunciar los malos pasos del vecino sin otro móvil que el bien social. Aquí siempre hay un chivato que las pía por amor a sus semejantes, y acto seguido un coro de palmeros finos que se apuntan al bombardeo por tres cuartos de lo mismo. …
…Resulta fascinante el espectacular -y elevadamente moral, por supuesto- suicidio colectivo que los españoles, por excesivos, llevamos tiempo realizando en nuestras instituciones y engranajes sociales. Somos todos tan virtuosos y tan de pata negra, tan antirracistas, tan antiguerra sucia, tan solidarios de lazo azul y de lo que haga falta, tan impolutos y tan así, que nos hemos convertido en un país de pepitos grillos demagogos y bocazas que se pican y descalifican unos a otros a ver quién consigue el más difícil todavía; el triple salto mortal.…»

El pobre Sánchez - El Semanal 10 Mayo 1998
«…A quién se le ocurre ponerse a espiar en España. Y encima, sin órdenes de nadie.»

Esa verborrea policial - 16 de diciembre de 2001

11.01.04 ~ Educando a los malos
«…Estamos en la única democracia occidental donde nos matan a siete agentes secretos y eliminamos de los informativos las imágenes más crudas, cuando los iraquíes se ensañan con los cadáveres, pateándolos a gusto; pero luego retransmitimos en directo, durante los funerales, los rostros de sus familiares y la relación completa con sus nombres y apellidos. Transparencia informativa, llamamos a eso. Aquí. Venga y tóqueme la flor, corneta.»

PATENTE DE CORSO 04.07.04 ~ El pobre chivato Mustafá
PATENTE DE CORSO 14.12.08 - Lo que debe saber un terrorista





Conviene repetir, porque me sale de aquí, la opinión de la RAE explicada por el verbo fluido y límpido del ocupante del sillón T mayúscula, con respecto al sexo.

PATENTE DE CORSO 24.10.04 - Al final, género
Se veía venir. Ley contra la Violencia de Género, la han llamado. Pese a los argumentos de la Real Academia Española, el Gobierno del talante y el buen rollito, impasible el ademán, se ha pasado por el forro de los huevos y de las huevas los detallados argumentos que se le presentaron, y que podríamos resumir por quincuagésima vez diciendo que ese género, tan caro a las feministas, es un anglicismo que proviene del puritano gender con el que los gringos, tan fariseos ellos, eluden la palabra sex. En España, donde las palabras son viejas y sabias, llamar violencia de género a la ejercida contra la mujer es una incorrección y una imbecilidad; pues en nuestra lengua, género se refiere a los conjuntos de seres, cosas o palabras con caracteres comunes –género humano, género femenino, género literario–, mientras que la condición orgánica de animales y plantas no es el género, sino el sexo. Recuerden que antiguamente los capullos cursis llamaban sexo débil a las mujeres, y que género débil no se ha dicho en la puta vida.…»




Un gran final
«… Para troncharse, oigan. Si no fuera tan triste. Y tan grave.»








Gracias Arturo y Salva


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