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Salva escribió el día 24/03/2008 a las 20:46
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"Bernardo de Gálvez" ... cortesía del autor...
El profesor Francisco Castillo Arenas ha tenido la cortesía de enviarnos este estupendo artículo que publicó sobre Bernardo de Gálvez.

Comentaros que Castillo Arenas es una autoridad en la materia sobre la intervención española en la guerra de la independencia de los Estados Unidos.

Entre otras colaboraciones ha publicado en la revista "Historia de Iberia Vieja" nº 2 uno sobre Gálvez: "Bernardo de Gálvez: El héroe Español de los EE.UU."



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Publicado el 20-04-2007

La contribución hispana a la independencia de los Estados Unidos de América

Francisco Castillo Arenas.

El recuerdo colectivo de los estadounidenses sobre su historia es una combinación de lo aprendido en la escuela y lo visto en las películas de Hollywood, siendo la Guerra de Independencia o Revolución americana un tema estelar en los dos ámbitos. Sin embargo, tanto en las clases de historia como en las salas de cine, la contribución española y de los hispanos a la independencia de los Estados Unidos es apenas reseñada con una nota al pie de página o simplemente ignorada, en cambio, todo el mundo recuerda a La Fayette y la ayuda de Francia. Los motivos de por qué se ha olvidado la intervención española son varios y los historiadores no siempre nos ponemos de acuerdo sobre ellos, pero lo cierto es que probablemente, sin la ayuda de España, hoy Estados Unidos seguiría siendo un lugar bajo la soberanía británica.


Una vez que los colonos lanzaron al mar el té inglés en 1773, la guerra contra la metrópoli sólo era cuestión de tiempo y la situación de los revolucionarios no era favorable a simple vista. En frente tenían al experimentado ejército británico, reciente vencedor de la Guerra de los Siete años y a los colonos que permanecían leales a la autoridad real. Los revolucionarios tenían además que improvisar su ejército desde la nada, sin apenas armas ni dinero para comprarlas. Era obvio que necesitaban ayuda.


Tres naciones aceptaron la llamada de auxilio de los nuevos Estados Unidos: Francia, las Provincias Unidas (Holanda) y España, siendo esta ultima la primera en ayudar de forma efectiva.


La situación española era peculiar. En principio, ningún soberano era partidario de apoyar a los que se habían revelado contra su legítimo rey, pero además, España seguía teniendo extensos territorios en Norteamérica que peligrarían en caso de derrota a manos británicas. Francia y Holanda sin embargo ya no tenían nada que perder.


Desde el primer momento, el gobernador español de Luisiana, Luis Unzaga, apoyó económicamente y con material (pronto empezó a llegar incluso artillería) a los revolucionarios. Posteriormente Unzaga es sucedido en 1776 por alguien que radicalizará esta política, Bernardo de Gálvez. Para el joven Bernardo (nacido en 1746) la guerra con Gran Bretaña era inminente y sería además una oportunidad de saldar cuentas con los ingleses, pues había tierras hispanas en poder británico: Gibraltar y Menorca en Europa más Florida y diversos territorios caribeños y centroamericanos.


Como primera medida Gálvez hizo cumplir las leyes sobre contrabando en el Mississippi por lo que confiscó once barcos británicos y ordenó a los súbditos de dicha nacionalidad abandonar Louisiana, lo que destruyó su comercio en el río. Al mismo tiempo favoreció el comercio con Francia y sus colonias y declaró abiertos los puertos españoles para el comercio con los revolucionarios, lo que era desafiar a los británicos. Gálvez perfeccionó un sistema de suministros para las tropas americanas que le eran requeridos de forma urgente. Envió pólvora, mantas, quinina, provisiones y grandes cantidades de dinero que se repartieron entre el ejército de Washington y las divisiones del sur. Los envíos permitieron a los revolucionarios controlar los territorios al oeste de los montes Alleghany.


Hay que señalar en este punto que las relaciones entre el gobierno español y el norteamericano se llevaron al mas alto nivel, pues el embajador español en París, Conde de Aranda, se entrevistó directamente con la comisión americana formada por Benjamin Franklin, Arthur Lee y Silas Deane, viajando posteriormente Lee a Madrid para concretar pormenores.


En 1778, Bernardo de Gálvez recibió informes secretos de que los británicos estaban preparando un ataque a Lousiana por lo que se dispuso a fortalecer un territorio apenas poblado por españoles, para lo que tuvo que avivar la alianza española con los indígenas de la zona: chicasás, crics, alibamones, etc. Gálvez ya tenía experiencia en el trato con los indígenas por su lucha contra los apaches en los actuales estados mexicanos de Chihuahua y Cuahila en 1765. El control de Lousiana y de la cuenca del río Mississippi permitiría a los británicos atacar por la espalda a las Trece colonias y cortar el flujo de ayuda española.


Entre tanto, tras la victoria americana en Saratoga (1777), Francia interviene en la guerra a favor de los americanos, cuando España llevaba años haciéndolo de forma decisiva, si bien, no será hasta el 21 de junio de 1779 cuando el Reino de España declare formalmente la guerra a Gran Bretaña como aliado de los Estados Unidos. Nada más recibir esta última noticia, el gobernador de Lousiana es consciente de que el ataque británico a Nueva Orleáns es inminente, por lo que tenía tres opciones: esperar a que los británicos les atacasen, atacar él o rendirse. La última opción era desechable, pero la primera no y Gálvez tuvo que enfrentarse a sus oficiales que le sugerían quedarse a la defensiva en espera de refuerzos. El joven gobernador quería tener la iniciativa y crear ese segundo frente a los británicos que tanto deseaba Washington, por lo que empezó los preparativos para marchar hacia Florida, pero esos preparativos fueron frustrados por un repentino huracán que arrasó Nueva Orleáns y hundió los barcos españoles que se encontraban ya cargados. Ahora sí había motivos reales para desistir de la marcha pero Gálvez no se rindió y mandó rescatar del fondo del agua los barcos y artillería que se pudiera y con eso más una tropa compuesta de soldados y milicianos blancos (españoles, franceses, alemanes y anglosajones) negros libres e indios, emprendió la marcha.


En otro frente, España recuperó Menorca y puso sitio a Gibraltar desde 1779 a 1781, pero el ataque a esta estratégica posesión británica en sur de península ibérica (España la sigue considerando parte de su territorio) le planteó una disyuntiva a Inglaterra, socorrerla sería desviar buques que estaban bloqueando los puertos franceses de Brest y Tolón, por lo que permitirían que la flota francesa pudiera embarcar tropas hacia América. Gran Bretaña eligió proteger Gibraltar y las tropas francesas comenzaron a llegar a las Trece colonias.


Mientras tanto, Gálvez, para sorpresa inglesa, se plantó ante el fuerte Bute de Manchar y el 7 de septiembre de 1779 lo tomó. Siguió hasta el de Baton Rouge y tras él cayeron Panmure de Natchez y los puestos situados en río Amite y en Thomson Creek. Esto le proporcionó a España el control no sólo de la cuenca baja del Mississippi, sino de todo el valle, con lo que se frustró la posibilidad de un ataque británico por el río desde Canadá. Bernardo de Gálvez fue ascendido a mariscal de campo por esta acción.


Llegó el turno de Mobile, en el actual estado de Alabama. Era un fuerte poderoso, por lo que Bernardo, a principios de 1780, reunió una flota de 14 embarcaciones y mil doscientos hombres. El 23 de marzo, la guarnición del fuerte Charlotte de la Mobila arriaba el pabellón británico y la Union Jack era sustituida por la bandera española.


El siguiente paso era más duro y Bernardo de Gálvez lo sabía. Decidió que el ataque sólo era viable por mar y se aprestó al salto con la ayuda de la escuadra radicada en Cuba, pero se vio obligado a disolver la expedición. Su plan no era popular en La Habana pero no se desanimó y se personó en la capital de la Gran Antilla para hacer valer sus puntos de vista que finalmente fueron aceptados. La armada zarpó pero el 18 de octubre de 1780 un huracán devastó la flota.


Con los restos supervivientes del desastre anterior, Bernardo se aprestó a un nuevo asalto y el 28 de febrero de 1781 partió la tercera expedición a Pensacola. Fue en esta acción donde Bernardo de Gálvez entró en la leyenda.


Pensacola estaba situada en una bahía cuya estrecha entrada estaba bien guardada por un fuerte artillado. Gálvez era el jefe de la expedición, teniendo como subordinado al jefe de la escuadra, Calvo de Irazábal, que mandaba el buque de guerra San Ramón. Este buque encalló al entrar en la bahía, recomendándole Gálvez que mandara por delante a los buques menores en caso de que el San Ramón encallara al intentarlo de nuevo. Calvo de Irazábal se negó juzgando imposible la operación. El tiempo apremiaba y las órdenes no se cumplían. Gálvez se decidió a dar ejemplo y envió a Calvo de Irazábal una bala de cañón junto con un mensaje hizo famoso:


"Una bala de a treinta y dos recogida en el campamento, que conduzco y presento, es de las que reparte el fuerte de la entrada. El que tenga honor y valor que me siga. Yo voy por delante con el Galveztown para quitarle el miedo".


Él solo en su pequeño barco Galveztown (llamado como una de las ciudades fundadas por él) había izado la bandera de almirante y entró forzando la bahía ante los cañonazos británicos, mientras las tropas españolas desembarcadas en la playa cercana no dejaban de gritar hurras y blandir sus fusiles entusiasmados. El fuerte británico no había cesado de disparar ni un minuto sin hacer blanco, por lo que Gálvez, que era hombre con sentido del humor, lo interpretó como un saludo de bienvenida y ordenó que el Galveztown respondiera con quince salvas de cortesía. Al día siguiente la escuadra entera forzó la bahía, excepto el San Ramón que re retiró a Cuba. El ocho de mayo, el general John Campbell rendía Pensacola y su bandera se puede contemplar hoy día en el Museo del Ejército de Toledo (España).


Por la toma de Pensacola, se nombró a Gálvez como capitán general de Lousiana y Florida occidental, erigidas en provincia independiente de Cuba y comandante en jefe del ejército de operaciones en América.


Bernardo de Gálvez a su vez no descuidó la defensa de posesiones avanzadas españolas como San Luis de Illinois, y el hostigamiento a los ingleses (toma del fuerte de San José en el lago Michigan) y de sus aliados indios en toda la línea desde Nueva Orleáns hasta la zona de los Grandes Lagos, con lo que se aseguraba la retaguardia a los colonos americanos y a sus familias.


Su última gran acción en la guerra fue la toma de la base naval británica de New Providence, Bahamas. Uno de los puertos donde recalaba la flota inglesa en su esfuerzo para bloquear la costa de las Trece Colonias.


Más tarde, el ejército británico de Lord Cornwallis fue cogido en una pinza por Rochambeau, Washington y la flota francesa del conde de Grasse. Sería la batalla de Yorktown. Tras ella, Gran Bretaña comprendió que no le quedaba más que aceptar la independencia de sus antiguas colonias. Hay que resaltar que esa flota francesa estuvo ahí porque había recibido fondos en Santo Domingo y La Habana por parte de España y sin ella, Cornwallis hubiera podido recibir refuerzos desde el mar o huir por el. La guerra no hubiera terminado.


En 1783 se firmó el Tratado de París por la cual, Inglaterra reconocía la independencia de los Estados Unidos de América y las fronteras por este deseadas. España a su vez mantenía las conquistas de Gálvez, Menorca, y recuperaba la Costa de los Mosquitos (Nicaragua), Campeche (México) y Providencia (Colombia), pero no logró Gibraltar.


Posteriormente, Gálvez sería nombrado Virrey de México donde dejó huella por su labor en el fomento de obras públicas hasta su muerte en 1786, con tan solo 40 años.


Se puede concluir por tanto, que la intervención española e hispana (la mayoría de los soldados españoles que lucharon con Gálvez habían nacido en América) fue vital para la victoria de las armas estadounidenses, pues socorrió a los revolucionarios desde el primer momento con los pertrechos que necesitaban y posteriormente con la apertura de dos nuevos frentes contra el ejercito británico (en América y Europa) lo que impidió que este pudiera volcar toda su potencia contra los hombres de George Washington. También fue decisiva para que los franceses pudieran trasladar sus hombres y armada a las costas de las Trece Colonias, cuya contribución sin embargo es harto recordada.


En la ciudad de Washington hay estatuas en honor a aquellos extranjeros que ayudaron a los estadounidenses en su lucha contra los británicos. Lector, si algún día visitas Washington, no dejes de visitar Virginia Ave y contempla una estatua de bronce de un hombre a caballo que amablemente se quita el sombrero. Es la estatua de un hombre valiente, Bernardo de Gálvez. Dicha estatua fue inaugurada en 1976, doscientos años después de la independencia de la nación de los Estados Unidos de América.




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