PRESENTACIÓN DE EL PINTOR DE BATALLAS EN CÁDIZ (14.05.06)

por Burnel

 

Amaneció un día espléndido, no muy habitual en las frecuentes visitas de APR. Un sol de justicia y un escenario sobre todo, bonito. El Baluarte de la Candelaria presentaba poco más de una hora antes del acto,  un vaivén de personas importante y algunas que ya iban llegando. Sobre el patio central habían dispuesto unas filas de sillas de maderas delante de un escenario sobre el que aparecía, como siempre, dos butacas y una mesita central con sus vasos y catavinos. Sobre el escenario, un toldo del Corpus, conocidísimo en Cádiz, que apenas daba sombra a las tres primeras filas. Mal asunto. Es sobradamente conocido en Cádiz, andar diciéndole a alguien ya tullidito, que tiene “muchos palos de Corpus”, justo los que se colocan por las calles de los alrededores de la Catedral para sujetar los toldos y dar un poco de sombra a esa calurosa mañana del mes de junio. Si a los pocos días, cuadra con un barco de pasaje en el muelle, los guiris suelen agradecer la sombrita por Nueva o Pelota. No entiendo porqué sólo pusieron uno.

 

Pero volvamos al patio Central de la Candelaria. Sobre las 12’30 aparece APR junto a Óscar Lobato. Y en dos segundos de ojeada sale al paso de Óscar buscando a los organizadores. Cambio de planes. Alguien que lleve a sus espaldas alguna presentación de APR sabe de sobra que no va a permitir hablar a sus lectores a la sombra de un palocorpu mientras éstos sudan la gota gorda. Así que, educadísimos como solemos ser los lectores,  pero a paso ligero y con algún empujón, todos a la Sala 1. 80 sillas, más o menos. Teniendo en cuenta que el sitio habitual es el palacio de Congresos con lleno absoluto y aforo de 1500 personas, chungo. Cambio fila 3 por penúltima y un buen molondro tapándome la visión de la mesa. Cachis. Mucha gente de pié y gran ir y venir del personal desconcertado. Óscar Lobato da las explicaciones oportunas del cambio, aduciendo a que “es mucho mejor morir de asfixia que de insolación”. Como siempre, un humor ingenioso y gaditano para hacer apagar los celulares y dar paso a la presentación.

 

Guapo hasta decir basta. Y un inusual buen aspecto teniendo en cuenta el desgaste al que se somete cuando estamos  de  gira del bombero torero. Chaqueta azul, camisa celeste e impecable pantalón vaquero. ¡Hay que ver como cuelga este hombre unos vaqueros!. Cinturón marrón y zapato de cordones marrón. Guapo-guapo, gallinitas.

 

Me pertrecho, como siempre de todos los avíos para poder contar luego. Y con la sala abarrotada se nos presenta con el agradecimiento y la certeza del cuarto de millón largo de libros vendidos hablando de pintura, y con la confianza plena de sus lectores independientemente de si el libro es bueno o es malo.

 

Nos hablan del escenario de la novela, de los símbolos dentro de ella…

“Por primera vez en mi vida he querido contar algo más que una historia: he querido dar una visión del mundo. Un día descubrí que me iba a morir. Yo formo parte de un procedimiento cósmico, una gotita en un océano cósmico de desolación. Con la certeza de que tengo muy poco tiempo para amar, para crear… La caída del avión, asumir las reglas impecables y dolorosas del mundo. Ante eso, queda el amor, la dignidad, la cultura, el arte…”

“Nadie envejece, nadie se arruga, a nadie se le caen las tetas… Volvamos a los abuelos para intentar comprender”.

“Si vamos a ir de todas formas al carajo, pase ud. primero”

“El hombre debe sentirse orgulloso por los amigos que se dejarían matar por él o las mujeres por las que tú te dejarías matar”

 

Y, en medio de estas notas, aparece Salva. Aparece Salva y su apartado en iCorso sobre El Pintor de Batallas”. Como ya os conté, me quedé petrificada. No salía de mi asombro. Era algo que no esperaba ni esperábamos, ante una sala abarrotada de público, Óscar recomienda que, ante una posible relectura del libro, no dejemos de pinchar el apartado creado por Salva, “un chico gallego del que no se tiene certeza real de que sea gallego”, en iCorso. Y ante la abrumadora certeza de que ambos, Pa y Topo, están alabando públicamente el trabajo bien hecho, solo te queda la opción de cerrar la boca, que previamente se te ha quedado abierta y desencajada, y esperar pacientemente a que tu cerebro vuelva a coger el hilo. Y cuando ya lo tienes pillado piensas en el momento en que vas a coger el celular y se lo vas a contar a tu carnal, pese al riesgo de que piense que es una broma pesada pero habitual, y te mande lejos, muy lejos… Y tarde unos minutos en reaccionar y en pronunciar una palabra. Y cuando toda esta película pasa por tu cabeza, te das cuenta que llevas un buen rato sin coger ni una puta nota. Y rezas para que al día siguiente salgan buenas crónicas en la prensa, como así fue.

 

Y cuando te enfrentas a un folio en blanco y sabes perfectamente que estás haciendo una crónica para tus amigos con un retraso de quince días, te preguntas ¿y qué les cuento yo de nuevo? Canalillo y pirula. Nuevas voces en la RAE. Que ilusión me hará dictarle a mi hijo: “El niño hizo una pirula por mirar el canalillo”.