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“La
muerte tiene las rodillas sucias” |
Domingo, 02 de abril de 2006
Tengo 54 años y nací en Cartagena. No quise ser escritor, pero hoy escribo novelas y estoy en la Academia de la Lengua. Tengo una hija, Carlota (22 años): para enseñarle cosas de la historia de España empecé a escribir las novelas de Alatriste. ¿Ideología? ¿Creencias? Son asunto mío. Nada me gusta más que navegar por el Mediterráneo. ¿El nombre de mi velero? Eso también es asunto mío
VÍCTOR-M. AMELA
- ¿Qué le hace feliz?
- Los 17.000 libros de mi biblioteca.
- ¿Algo más?
- Un viento de 15 nudos con toda la vela arriba, en un atardecer ante la costa que navegó Ulises. ¿Qué más se puede pedir?
- Nada.
- Por ese mar llegó todo, el latín y el vino: eso sí es una patria. ¡Tres mil años de patria: no está mal!
- ¿Por qué dejó el periodismo?
- Descubrí palabras cuyo sentido ignoraba antes: caridad, compasión, remordimientos...
- ¿No conocía todo eso antes?
- Antes era joven. Y cruel, como todos los jóvenes.
- ¿Desprecia el periodismo?
- A los jefes. Hasta el más infame periodista firma y da la cara, y es siempre alguien singular: desprecio a los emboscados que mueven hilos.
- Ante un telediario, ¿qué piensa?
- Que ya no hay imagen fiable. Que ninguna imagen vale ya más que mil palabras. Al contrario: ¡ahora es cuando más necesitamos las palabras, para explicar las imágenes!
- ¿Por que nos atrae ver espantos?
- No lo son de verdad: una tele emite a uno degollando a otro, ¡y no pasa nada! En Occidente no pasa nada.
- Pasa eso: que no pasa nada.
- Pasa que vivimos anestesiados. Hemos preferido el anestésico al analgésico: no calmar el dolor, ¡sino olvidar que existe! Y por eso nos asombra tanto cuando asoma: Titanic, 11-S, tsunami, 11-M...
- Nos sacude.
- Creemos que nuestra tranquila vida en Occidente es lo normal, ¡y es al revés!: es lo anormal. Olvidamos que, estadísticamente, lo normal es la miseria, el dolor, el hambre, la injusticia, la opresión, la guerra...
- ¿Es la guerra la madre de todas las cosas, como decía Heráclito?
- Las generaciones que han vivido guerras son intelectualmente más lúcidas y moralmente más sanas. La guerra es una escuela de lucidez.
- Pero embrutece.
- No: la guerra no pone nada en el hombre que el hombre no tenga. En ella el bruto será más bruto; la buena persona, aún mejor persona.
- Qué bien que hoy vivamos en democracia, siendo corteses.
- Estupendo, ¡pero olvidamos que podemos perderlo todo de golpe!
- ¿Y qué hacer para no olvidar eso?
- Leer a Homero y a Cervantes, a Quevedo y a Dante, haber visto los cuadros de Goya y haber estado en las ruinas del Coliseo. La cultura: ¡lo que están robándole a los jóvenes!
- ¿Es por eso por lo que algunos van quemando mendigos?
- Sí, porque ya ni saben qué merece quemarse: la Bastilla, a los Milosevic, la injusticia, la impunidad...
- ¿Ver fotos de guerra enseña algo?
- Hay una de Robert Capa que enseña todo: una mujer francesa ha tenido un hijo con un soldado alemán, y lo lleva en brazos. Alrededor, sus vecinos, que la han rapado, se mofan de ella, la insultan y ríen. ¡Ellos, que cuatro días antes lamían las botas de los alemanes, ahora ríen!: es la risa de las ratas. Vuelcan en esa mujer su cobardía, su abyección. ¡Esa es la condición humana: la risa de las ratas!
- ¿En esa foto estamos todos?
- Sí, somos nosotros.
- Hay otra famosa foto de Capa: el miliciano español abatido.
- Ahí Capa mintió.
- ¿Por qué?
- Fíjese en el miliciano: lleva las rodillas limpias. Yo he estado donde mueren los soldados, y no mueren así, con las rodillas limpias y la ropa planchada. La muerte es mucho más sucia y arrugada... La muerte tiene las rodillas sucias.
- Mira, ya tengo un titular.
- Sí, ja, ja. Capa preparó esa foto, mintió. No importa: ¿quién no ha mentido alguna vez? Esa foto es ya todo un icono, y eso es lo que cuenta.
- ¿Alguna foto o reportaje suyo perjudicó a alguien?
- Sí, y a otros les benefició. Es así: nadie que camine no tiene cadáveres en la cuneta. Nadie es inocente.
- ¿Nadie?
- ¡Los que tienen buena conciencia son los peores! Hay pasividades más culpables que el mal activo: hay gobernantes europeos, ministros en Bruselas y Solanas más culpables que el carnicero Milosevic.
- Leo en su novela: "mientras hay muerte hay esperanza..."
¿Por qué?
- De chaval, leí en la Eneida: "La única salvación de los vencidos es no esperar salvación ninguna". Y entendí: la certeza de que te vas a morir es tu salvación. Dejas de tener miedo, y vives bien. La tragedia de Occidente es creer que no morimos. Y por eso vivimos mal, por eso ni luchamos. Y hay que luchar.
- ¿Es usted antipacifista?
- No deseo la guerra, es odiosa, pero hay ocasiones en que hay que pelear: por una mujer, unos amigos, unos hijos, por aquello en lo que crees. No por imponer nada a otro, ni por robar, ni por vanidad... ¡Hay que saber por qué luchar y eso lo enseña la cultura, y es trágico que se la estén quitando a los jóvenes!