“El soldado serbio que viola a una joven croata también eres tú”

 

Miércoles, 22 de marzo de 2006

 

Arturo Pérez Reverte presenta en Jerez su última novela, una viaje al origen del horror donde "el espanto es frío y nadie es inocente"

 

PEDRO INGELMO

 

jerez. (Argumento: Un fotógrafo de guerra que ha estado en países donde pasan cosas, es decir, en países donde pasan horrores se retira a pintar un mural en el que quiere reflejar toda la historia del espanto, desde Troya hasta nuestros días. Un soldado llega. El fotógrafo no lo recuerda, no lo puede recordar porque sólo le miró dos segundos a través del visor de su cámara. El soldado habla: "Usted me aruinó la vida con una foto y yo le voy a matar". Pero antes de matarle, quiere conversar, quiere saber. La novela es un diálogo entre un futuro asesino y un futuro asesinado).

(Escenario: Bodega Los Apóstoles. A un lado, el plotter con la portada del libro, El pintor de batallas, donde parece imaginarse un bombardeo en la oscuridad de una aldea. Se reparten folletos promocionales donde se lee sobre una alambrada: "Hay lugares de los que nunca se vuelve". Al otro lado, una reproducción de El triunfo de la muerte, de Brueghel el Viejo, uno de los cuadros más absorbentes pintados nunca, un cuadro sobre el horror).

 

Cada presentación de un libro de Pérez Reverte tiene un ritual. Para empezar, "aquí falta alguien", avisa. Ah, sí. Un empleado de González Byass coloca rápidamente una botella de Tío Pepe y tres copas. Ahora estamos todos.

 

Segunda parte del ritual. Arturo Pérez Reverte no está solo. A sus flancos, dos viejos amigos, los amigos de siempre, el estudioso "y muchas más cosas" Fito Cózar y el novelista Juan Eslava Galán. Tercera parte del ritual. Ellos hablan, no hace falta que nadie pregunte "a no ser que le queme una pregunta en la boca". El numeroso público que abarrota Los Apóstoles y que da fe de que el escritor caratgenero de 54 años es uno de los pocos que se encuentra en el olimpo del 'star system' literario nacional acepta con su silencio las reglas. Hablemos del libro.

 

Tiene la palabra Juan Eslava, que arranca infringiendo las reglas internas del trío. "Es la mejor novela que has escrito". "Eh, nada de elogios", protesta Pérez Reverte. Eslava se explica: "La primera obligación de una novela es arrebatarte, hacer que descuides tus obligaciones, que no estés pendiente de tu trabajo porque sólo estás pensando en soltarlo para regresar a la lectura. Eso ha ocurrido con muchas novelas tuyas anteriores. Esta es distinta. No es una novela que se pueda leer de corrido, hay que hacerlo a pequeños sorbos porque incluso hay pasajes que te pueden hacer sentir mal físicamente. Es tu mejor novela y esa es tu obligación como escritor. El final de la novela lo he leído veinte veces y después me ha estado revisitando".

 

Fito Cózar se somete a la normativa y empieza por contar su primera sensación, sus primeras páginas. "La historia se expone muy pronto, en muy pocas páginas. A partir de ahí, miras el libro y te preguntas cómo va a resolver este puñetero el lío en el que se ha metido. Pero lo logra. Al leerla he intentado independizarme de Arturo. Al fin y al cabo, la novela no deja de tratar sobre un corresponsal de guerra descrito por un corresponsal de guerra. Dicho esto, yo no sabría decir si es tu mejor novela, pero lo seguro es que es distinta y que ha exigido mucha madurez en su escritura".

 

Habla Pérez Reverte como un torrente. Primero, respeta la opinión de sus amigos porque, al fin y al cabo, "una novela la reescribe en un 50% el lector con su propia vida y su experiencia". Segundo, no es una autobiografía, él no es ese corresponsal de guerra, pero reconoce que si no hubiera sido corresponsal de guerra, no hubiera podido escribirla: "Sin mi biografía, no existiría esta novela". Y, a partir de ahí, la idea. Cózar descuelga la reproducción del cuadro y Pérez Reverte señala los esqueletos levantándose de la tierra en el primer plano. Es una imagen de su infancia. Miraba una y otra vez el cuadro pensando que esos esqueletos vendrían a por él. Pero creció y fue entrando en el cuadro, miró el segundo plano, las llamas de una aldea saqueada. "Yo he querido viajar allí, al fondo del cuadro, para poder explicarme este primer plano, para explicar cómo hemos llegado al triunfo de la muerte".

 

Y su conclusión es que nadie es inocente. "El universo es muy cabrón, mata fríamente, tiene unas reglas inmutables y frías. El universo mata sin sentimiento. Pienso que el horror es frío. La primera sensación de horror que recuerdo fue cuando me dijeron que besara a mi abuelo. Mi abuelo estaba muerto, pero no fue su muerte lo que me espantó, sino el contacto de mis labios con su rostro frío. Pero no nos sintamos inocentes, el horror no es tripas ni gore, el horror somos nosotros. El soldado serbio que viola a una joven croata también eres tú. El horror está en la sonrisa de un niño de cinco años que dentro de unos años se convertirá en el verdugo de aquellos que violaron a su madre. Formamos parte de ello. No vale decir yo soy pacífico y no tengo nada que ver con ello porque sí tienes que ver con ello. Yo he ido a guerras y no he matado a nadie, pero he sentido remordimientos. Ante esa certeza, he escrito esta novela", que él afirma que ha salido en el momento justo porque "escribir una novela es jugar a las siete y media. Si te pones antes, no llegas, fracasas; si lo haces después, ya no la escribirás nunca".