Arturo Pérez-Reverte: “Me añoro a mí mismo con 20 años, aún con cierta inocencia a cuestas”

 

Lunes, 20 de febrero de 2006

 

albino mallo. a coruña    

 

Arturo Pérez ReverteDespués de una larga etapa de su vida dedicada al periodismo de acción, ese periodismo de los corresponsales de guerra donde la captación de noticias y la redacción está un tanto unida a la aventura, Arturo Pérez Reverte fue evolucionando, primero, simultáneamente, y luego, ya con dedicación exclusiva, hacia la novela, con un éxito sin precedentes.

 

 

Los títulos se van enlazando y cada uno iguala o supera en éxito al anterior. Ahora tiene pendiente de salir a la calle, concretamente Alfaguara la pondrá a la venta el uno de marzo con 250.000 ejemplares, El pintor de batallas, donde su temática da un giro, algo que, por otra parte, él reconoce lógico porque, como afirma, cada novela es un mundo aparte.

 

- ¿Qué recuerdos le quedan de sus tiempos de reportero?

- No se trata de recuerdos sólo. Veintiún años son muchos años. Es más de un tercio de mi vida. Lo que me queda, sobre todo, es un punto de vista. Una manera de mirar el mundo. Y con este punto de vista miro mi vida presente, escribo cada semana un artículo y escribo novelas.

 

- ¿Añora aquellos tiempos?

- En absoluto. Lo que añoro es mi juventud. Me añoro a mí mismo con veinte o treinta años, aún con cierta inocencia a cuestas. Pero me daría mucha pereza repetir el proceso. Creo que con un viaje, una existencia, es suficiente. Estoy bien como estoy y me conformo con lo que me queda.

 

- ¿La novela le sacó del reporterismo o el reporterismo lo llevó a la novela?

- Ni lo uno, ni lo otro. Es absurdo poder considerar que una cosa es consecuencia de la otra. Yo crecí en una casa con biblioteca grande y leí durante toda mi vida. Por importante que fuera mi vida como reportero, son cosas diferentes. A la novela me llevaron la vida y las bibliotecas.

 

- En sus novelas, por lo general, la historia esta presente ¿Dedica mucho tiempo a documentarse?

- Documentarse suena a algo artificial que se adquiere. Yo escribo sobre asuntos que me interesan, amo o conozco. Una novela me permite ampliarlos y conocerlos mejor, reflexionar sobre ellos. Cuando se vive en una casa con 17.000 libros y en un velero con otros 500 a bordo, la palabra “documentarse” resulta algo ambigua. Si a eso vamos, me documento cada día para todo.

 

- ¿‘Territorio Comanche’ es el principio de unas memorias?

- Es lo que más se acerca a unas memorias, pero en realidad mis memorias son cosa mía. Otra cosa es que yo use mi memoria, en parte, para escribir ficción.

 

- ¿Qué supuso su ingreso en la Real Academia Española?

- Un honor y una responsabilidad a los que intento corresponder lo mejor que puedo.

 

- ¿Cuál es su aportación a esa institución?

- Lo que hago desde hace tres años. Aporto mis conocimientos, mi trabajo y mis lectores. Pero en realidad no soy yo quien debo responde a esa pregunta. Posiblemente en alguno de mis libros o en algún artículo semanal se encuentre la respuesta adecuada.

 

- ¿Esos artículos, que luego recoge en libros como ‘Patente de corso’, ‘Con ánimo de ofender’ o el más reciente, ‘No me cogeréis vivo’, qué los provoca o en qué se inspiran?

- Son un ajuste de cuentas semanal con lo que amo y con lo que detesto. Son un ejercicio de desahogo y casi higiénico. Llevo doce años escribiéndolos y todavía me apetece seguir. Es buena señal.

 

- Hay en muchas de sus novelas una plástica y una narrativa casi pictórica.

- La pintura es muy importante en mi vida desde niño. Siempre quise viajar al fondo de ciertos cuadros que me fascinaron desde muy jovencito. En realidad me hice reportero para viajar al fondo de ciertos cuadros de Goya o de Bruheguel. Además, y de eso arranca preciosamente El pintor de batallas, en los últimos tiempos he llegado a la conclusión de que la pintura de los viejos maestros explica mejor el mundo que las más modernas fotografías.

 

- ¿Esos cuadros de batallas, como ‘La rendición de Breda’, son sustituidos ahora por las crónicas de televisión?

- No. Frente a un cuadro puede reflexionarse largo rato. Durante días, meses o años. Una imagen de guerra de la televisión la ves en cinco segundos entre la ensalada y el arroz. Un minuto después la has olvidado y zapeas a Gran Hermano.

 

- ¿Cómo elige los títulos de sus novelas?

- A veces son el origen de lo que se va a escribir y, otras veces, son una consecuencia. Precisamente en El pintor de batallas, es una consecuencia.

 

- ¿Por lo que se ha adelantado de esta novela, hay periodismo?

- Mi experiencia como corresponsal de guerra quedó agotada en Territorio Comanche, El pintor de batallas es otra cosa, pues el protagonista podría haber sido un médico de urgencias o un policía de barrio. Mi experiencia como reportero de guerra no tiene, en ella, otra función que utilizar el punto de vista que esa vida me dio sobre la condición humana, el horror, el caos, la soledad y la muerte. Pero no es una novela ni de periodistas, ni de batallas.

 

- ¿Cómo juzga el tratamiento que le dio el cine a sus novelas?

- Irregular. Desde películas que me gustaron mucho como El maestro de esgrima, de Pedro Olea, hasta cosas razonables como la que rodó Polanski sobre El club Dumas o bazofias como la que hizo Jim McBride sobre La tabla de Flandes. Por lo que he visto de Alatriste, estará entre las mejores o quizás sea la mejor.

 

- ¿Intervino en el guión de ‘Alatriste’? ¿Cómo ve a Viggo Mortensen?

- No intervine más que para algunas frases o cuestiones de diálogo puntuales que me pidieron. En cuanto a Viggo, está que se sale. Hasta a mí me cuesta trabajo imaginar ahora a Diego Alatriste con otra cara.

 

De periodista a novelista

 

Arturo Pérez Reverte, nacido en Cartagena en 1951, se inició en el mundo del periodismo y pronto su inquietud lo llevó a los lugares más conflictivos del mundo para narrar situaciones bélicas. Primero fue con el desaparecido diario Pueblo, en diversas guerras en territorios del África Subsahariana y, luego, con TVE, donde los últimos conflictos que cubrió fueron la revolución de Rumanía, la guerra de Mozambique y las guerras del Golfo, Croacia y Bosnia. Desde 1991 intensificó, y prácticamente se dedicó a la novela, aunque manteniendo una vinculación con el periodismo a través de un artículo de opinión en El Semanal, que se distribuye con más de cuarenta diarios. Después de publicar El Húsar en 1986, con la que se hizo conocido, llegó dos años más tarde uno de sus grandes éxitos de ventas, El maestro de esgrima, a la que siguieron La tabla de Flandes y El club Dumas. En 1996 creó, con la colaboración de su hija, la primera historia del capitán Alatriste, a la que siguieron otras cuatro y ahora, para el mes de diciembre, ya se anunció la sexta que casi coincidirá con el estreno de la película que está rodando Agustín Díaz Yanes.

 

Alterna su vida casera y trabajadora con sus periplos en un velero con el que recorre los mares, aunque reconoce que “el Mediterráneo es como el patio de mi casa. Todo Occidente viene de ahí. Está bien eso de navegar por la propia memoria”