“Me asombra esta sociedad occidental”

 

Domingo 30 de octubre del 2011

Patricia Villarruel | MADRID

Letras y Notas

 

A sus cerca de 60 años, el escritor español Arturo Pérez-Reverte, uno de los más leídos (sus libros se han traducido a 34 idiomas), disfruta de la utilidad que otorgan las nuevas tecnologías pero no se declara “esclavo” de ellas. Cuando le surge alguna duda prefiere hojear los libros (30.000 títulos componen su biblioteca personal), marcarlos y subrayarlos antes que consultar Wikipedia.

 

 

Ese es, quizás, el Pérez–Reverte menos conocido y que deja al trasluz esta entrevista con Diario EL UNIVERSO, a propósito de la publicación de El Puente de los Asesinos, la séptima entrega de Las Aventuras de Alatriste (ha vendido más de cuatro millones de ejemplares de la saga). Pero desde hace dos décadas, este ex reportero de guerra de modales exquisitos en las distancias cortas y también miembro de la Real Academia de la Lengua que colecciona ediciones pirateadas de sus obras (una de las últimas se la enviaron desde Ecuador) no falta a su cita en el suplemento XL Semanal que se distribuye con 25 diarios españoles. Cada domingo, en su página de opinión, recurre a su álter ego más corrosivo para decir unas cuantas verdades que, seguramente, muchos no se atreven. Le “indigna la estupidez”, ha llegado a confesar. Más aún cuando está “aliada con el poder”.

 

Del saliente presidente de gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, ha escrito que es un “gobernante patético, de asombrosa indigencia cultural, incompetente, traidor y embustero”. Le ha dicho hasta imbécil. En Ecuador, podría terminar tras las rejas si se refiere así a Rafael Correa. ¿Cuál es su opinión sobre las formas de coartar la libertad de expresión?

La única garantía de que los canallas van a ser controlados es la prensa. Cuando a la prensa se le amordaza se acaba la libertad. El primer paso de los tiranos es acabar con la voz de la prensa.

 

¿Cuál debe ser el papel de la sociedad?

Debe impedirlo. Una sociedad que consiente que el Estado le tape la boca a su prensa es una sociedad que merece ser esclava. Lo digo otra vez para que quede claro, una sociedad que permite que el Estado amordace a la prensa es una sociedad que merece ser esclava.

 

¿Qué supone para usted ser uno de los autores que más vende y al que más leen?

Siento una sensación de libertad. No es ni orgullo ni nada, es tranquilidad. Puedo escribir lo que quiero y cuando quiero. No dependo de nadie, solo de mis lectores. Puedo prescindir de lo que es el contacto con los estamentos oficiales que tanto corrompen, pervierten y condicionan. Eso es muy agradable. Y, puedo permitirme decirle no a un presidente de Gobierno si me invita a comer.

 

¿Y lo ha hecho?

No lo voy a decir aquí, pero si te digo que lo he hecho a tres presidentes españoles, pues ya lo sabes…

 

Tiene más de 235.000 seguidores en Twitter (@perezreverte), ¿qué le han aportado las redes sociales?

Tengo una deuda con los lectores porque recibo una cantidad de correo al mes que no puedo contestar. Lo leo todo pero no puedo corresponder. Twitter e internet me han solucionado el problema. Intento ser fiel a mi cita de dos horas en Twitter cada domingo por la tarde. Es una forma de dar las gracias y tratar de compensar esa falta de mecanismos para corresponder el interés de los lectores, gracias a quienes soy libre.

 

Más de un comentario suyo ha saltado a primera página de los diarios...

Me han sacado a veces hasta en los telediarios, allá ellos. Twitter es una charla informal de barra de bar, de amigos, de tono coloquial que no pienso cambiar en lo absoluto. Es una forma rápida, potente y eficaz de mandar mensajes. No podría hacerlo de otra manera. Utilizo la parte útil de Twitter pero no asumo la parte de esclavitud, de dependencia técnica y sicológica.

 

La historia es una de las fuentes principales de su obra, ¿qué cualidades debe reunir un hecho histórico para llevarlo a la literatura?

A mí me interesa la historia cuando me permite comprender el presente. Utilizo el pasado como recurso, mecanismo y herramienta que ilumina el presente.

 

Pero también escribe desde el recuerdo…

Tengo una ventaja técnica, cuando hablo de matar, de violencia, de horror, de soledad o de miedo no estoy inventándomelo, estoy recurriendo a mi memoria, a mi álbum de fotos personal. Yo viví veinte años en ese mundo (en referencia a su etapa como corresponsal de guerra), por eso el lector cuando lee sobre una persecución o un acto de violencia se da cuenta que lo que digo es verdad, que el ser humano es así.

 

Diego Alatriste, capitán de los tercios de Flandes, es un personaje que le ha servido para narrar España de distintas formas, ¿qué perfil de este país va a descubrir el lector en El Puente de los Asesinos, la última entrega de la saga que acaba de publicar?

Ya había hablado de la guerra, la economía, América, el Mediterráneo y ahora tocaba el poder en Italia, el contencioso con Venecia, el papel de la monarquía y el espionaje en aquellos tiempos, la guerra sucia. Somos lo que somos porque fuimos lo que fuimos. Cuando trabajaba en este Alatriste pensé en cómo derrochamos todo el oro de América; a diferencia de otros países, nos lo gastamos todo en guerras, fiestas o caprichos aristocráticos. Y eso no ha cambiado. Hemos tenido veinte años de economía estupenda y no ha quedado nada, ni riqueza ni trabajo. Somos especialistas en derrochar los recursos.

 

¿Cómo ha condicionado su vida esta convivencia de quince años con Alatriste?

Yo le escribo y él me escribe a mí. En este tiempo he evolucionado y a medida que me he hecho mayor, Alatriste también. Yo le presto mi cansancio, mi mirada, las transformaciones que la vida me causa y él me da la capacidad de reflexionar sobre ellas. Nos influimos mutuamente. Él se hace más mayor y cansón y yo más lucido y más consciente de mi edad y del mundo en el que vivo. Es una simbiosis educativa. Estoy aprendiendo mucho de mi amigo Alatriste.

 

Un amigo que parece más desesperanzado que nunca…

Le presto mis puntos de vista, como la certeza de que hay artículos escritos hace 20 años que siguen valiendo hoy. El ser humano no quiere cambiar, le gusta ser como es: un animal peligroso, torpe y profundamente inculto. Esa desesperanza, esa especie de fatiga intelectual y física se transmite. Si Alatriste envejece de esa manera es porque yo envejezco así.

 

¿Hay remedio para tanta desazón?

No hay nada que te quite el dolor pero sí analgésicos que te ayudan a soportarlo. En este caso, los libros son mi analgésico y se los presto a Alatriste como solución. Lee y te dolerá menos el mundo. Europa y lo que entendemos por Occidente se está yendo al diablo y la cultura es el único consuelo. Te ayuda a aceptar con resignación que los imperios terminan y que vendrán mundos nuevos que serán, probablemente, iguales que este, ni mejores ni peores. Quien tiene una educación formada en libros y en sentido común, se da cuenta de que está participando del final de un mundo. A mí me educó un abuelo del siglo XIX para quien palabras como honor, dignidad, honradez o valentía tenían un sentido. ¿Quién utiliza esas palabras? Ahora ser valiente es sinónimo de fascista. Un cretino decía el otro día, ‘hay que reivindicar el derecho a ser cobardes’. Pues no. Todo lo contrario. Hay que desterrar a los cobardes.

 

¿Cómo ha evolucionado la mirada de Ínigo de Balboa, la voz narradora de las aventuras de Alatriste, en estos quince años?

Se hace adulto. Al principio, Alatriste era el perfecto héroe, un tipo alto, fuerte, sobrio, serio. Ahora que Íñigo ha crecido lo ve matando, borracho, solo, con los lados oscuros, con los rincones tenebrosos y, claro, le pierde el respeto, penetra más en él. Ahora, de todas formas, le admira por lo que realmente debe ser admirado.

 

Cuesta comprender las contradicciones de Alatriste, es un héroe pero, a la vez, un asesino a sueldo…

Eso de ser buenos y malos es mentira. Con Alatriste intento que el lector se dé cuenta que un héroe puede tener corazón turbio y luminoso, al mismo tiempo, y que todo forma parte de la naturaleza humana. Me asombra esta sociedad occidental tan moralmente impecable porque yo, en cambio, mientras más vivo y más pelos blancos tengo en la barba, más dudas me surgen y más comprensivo intento ser.

 

De los personajes que transitan en estas aventuras, ¿a quién considera su amigo, con quién se iría de copas?

Con Alatriste. Quizás con Francisco de Quevedo iría un rato, pero la última copa me la tomaría con Alatriste; eso sí, sin hablar. Él es de ese tipo de amigos con los que estás en la barra, mirando solo a la gente.

 

¿Ha leído últimamente a algún autor latinoamericano?

Con la edad he descubierto que es más interesante releer libros que leí con veinte años y que son como nuevos para mí. Tal y como veo el mundo, los descubrimientos dan mucha pereza, prefiero dedicar lo que me queda a consolidar certezas que a exploraciones nuevas. Acabo de releer La montaña mágica (Thomas Mann), Lord Jim (Joseph Conrad), El siglo de las luces (Alejo Carpentier) y la obra de Bioy Casares.

 

La versión americana de la telenovela La Reina del Sur acaba de emitirse en Ecuador y también ha sido un revulsivo para reeditar esta obra y cautivar a nuevos lectores…

Es que hay gente que se ha sentido reconocida. En Latinoamérica se entendió muy bien porque es un prototipo de ahí. Teresa Mendoza es una mujer luchando en territorio hostil, en un mundo de hombres. Ese tipo de mujer analfabeta, sometida a una sociedad machista, absolutamente dependiente del hombre, que vive en un entorno social opresivo es muy latinoamericano. He recibido muchas cartas de personas que por ejemplo me dicen ‘yo soy una madre de familia honorable pero Teresa Mendoza soy yo y su lucha es mi lucha’.

 

¿Mujeres como Teresa Mendoza son las que le interesa retratar en su narrativa?

En mis novelas siempre está ese tipo de mujer compañera, camarada, capaz de luchar, que no necesita al hombre. Ese es el tipo de heroína femenina que me interesa. Sobre el hombre se ha escrito todo. Está súper estudiado como héroe literario pero la mujer no. Es una nueva guerra la que la mujer tiene delante y está entrando en el siglo XXI con roles,  papeles sociales, políticos e, incluso, bélicos que antes no tenía.  Eso, con el tiempo, va a producir transformaciones, actitudes y novedades que hasta ahora no habían sido descubiertas. La mujer es un héroe novelescamente muy interesante y tiene más posibilidades para explicar el mundo en el futuro; el hombre ya ha dejado de serlo.

 

¿Y qué valor le otorga a los enemigos, porque en su obra actúan como revulsivos?

Si eres lúcido y tienes suerte, aprendes más de los enemigos que de los amigos. Y esa es una lección que te da los años. Si durante veinte años tienes un enemigo de categoría, de peso, solvente, intelectualmente potente, con recursos, durante veinte años te mantendrás despierto y atento para que no te ataque por la espalda, para defenderte, para vencerlo. Eso obliga a estar en continua vigilancia. Es muy educativo. Por eso a los jóvenes siempre les deseo que tengan buenos amigos y buenos enemigos.