Regreso a Trafalgar

(Articulo publicado en "El diario de Cadiz" el 21 de octubre de 2004)




    Rodeado de periodistas llegados de toda España y con el océano Atlántico y el faro de Trafalgar como telón de fondo, el escritor Arturo Pérez-Reverte presentaba ayer su novela Cabo Trafalgar, en la que rememora la batalla naval que enfrentó a las armadas franco-española e inglesa y que le costó la vida al almirante Nelson. Pérez-Reverte se quejó de que nada en el faro ni en las inmediaciones del cabo recordara ni lo acontecido tal día como hoy, hace 199 años, ni que 4.000 personas perdieron la vida en una batalla en la que lucharon con dignidad. "Ni un monolito, ni una placa, nada, lo han borrado de la memoria. Si esto fuera inglés estaría lleno de chiringuitos y museos, pero esto es la puñetera España, sólo arena sobre los cadáveres y sobre la memoria", criticó. Una memoria que, recalcó, es el primer paso para la prevención de los errores futuros. "Los trafalgares hay que prevenidos, no lamentados", afirmó, y "al faltarnos la historia nos faltan los ejemplos. No aprendemos nunca", dijo, a la vez que destacaba que "la gente muestra una talla moral muy superior a los gobernantes". "La historia de España se resume en una frase: Dios, qué buen vasallo si hubiera buen señor".

    El Cabo de Trafalgar amanecía taciturno. El gris confundía la delgada línea del horizonte que dividía el cielo de una mar revuelta, quizá porque el viento era implacable, quizá porque rumiaba que tal día como hoy, 199 años antes, ese mismo mar había visto morir a 4.000 personas en una de las batallas navales más famosas de la historia. El mar se acordaba, aunque nada a su alrededor conmemora el hecho histórico. Sólo la basura que cercaba un letrero que irónicamente rezaba: 'Por favor,no tirar basura'. "Ni un monolito, ni una placa, nada, lo han borrado de la memoria; si esto fuera inglés estaría lleno de chiringuitos y museos, pero esto es la puñetera España, sólo arena sobre los cadáveres y sobre la memoria". Arturo Pérez- Reverte, envuelto en su chaquetón sí lo recuerda. Yl o recordó ante los periodistas llegados de diversos rincones del país que asistían a la presentación de su novela Cabo Trafalgar.

    "Quería recuperar la historia que nos quitan. Se empeñan en que olvidemos, pero somos lo que somos porque fuimos lo que fuimos. La historia es historia", decía el escritor cartagenero, para quien "los trafalgares hay que prevenirlos, y no lamentados. Todo se podría evitar con sentido común", explicaba, pero "al faltamos la historia nos faltan los ejemplos, la educación. Estamos criando generaciones sin ninguna referencia. Vamos hacia el europeo blandito, de liberalismo tontorrón y sin capacidad de hacer una reflexión sobre su entorno. Educar permite prever".

    Pérez-Reverte caminaba ante la costa y recordaba en voz alta: "Aquí es donde encontraron a los dos náufragos franceses, Oscar", le comentaba a áscar Lobato, su amigo, que le acompañó en el viaje por el tiempo y por la memoria. "Hay que recordar, reflexionar y debatir sobre ello. Es un ejercicio ciudadano importante. Trafalgar es mucho más que una plaza de Londres". El escritor dejaba que su imaginación y lo aprendido en los libros pintaran la escena. La Armada española partió de Cádiz y llegó a esas aguas. La inglesa surgió al frente. Sólo se escuchaban los disparos, pero el resultado fue un desastre. "Toda la costa se llenó de barcos varados. El mar echó durante días cadáveres a las playas. Pero España perdió algo más que 4.000 muertos. Toda esa España que pudo ser y no fue dejó de tener sus posibilidades en Trafalgar. Se perdió América. Trafalgar fue el clavo sobre el féretro de la España ilustrada que estaba muriendo".

    Todo esto quiso reflejado en Cabo Trafalgar. Y por eso, indicó, había usado un lenguaje divulgativo, anacrónico y moderno, "para que el lector de 2004 pudiera sentirse como se sintió todo entonces". Un lenguaje no casual, afinado, porque "los libros aparentemente simples no lo son". La exhaustiva documentación manejada por sus manos sé nota en cada página de una novela construida desde sus cimientos. "Volví, navegué por la zona, vi si se veía o no la costa, hicimos un recorrido terrestre y náutico, trabajé mucho con planos y cartas náuticas de entonces para que el lector entendiera lo que es una batalla naval. También hice maquetas de barcos y reconstruí sus movimientos sobre la mesa. Eran barcos magníficos, con tecnología y artesanía. Fíjate si eran buenos que todos resistieron la batalla, se hundieron por el temporal".

    "Para hacer una novela hay que poner andamios", los de la documentación, "que en este caso han sido muy complejos, y cuando los quité quedó este libro que es el que quería escribir". "Documentalmente, el libro es impecable, cada dato es riguroso. Cada novela es un problema narrativo que se tiene que resolver". Y, explicaba, "Trafalgar es una batalla tan documentada que no tenía libertad novelística, y por eso inventé el Antilla, el navío en el que embarco a los lectores".

    Vuelve a mirar la mar, y sobre el destino de los barcos, señala al frente: "Aquí están. Se sabe dónde están pero esto es España y esto es la historia, y la historia cuesta dinero. Nunca se le presta atención a esto". "Los políticos de antes no son los políticos de ahora, pero el patrón es el mismo", dice, criticando la actitud de los gobernantes que empujaron a tantos hombres a una batalla perdida de antemano. "Ese nunca asumir el error, que el muerto quede muerto decir no he sido, el no dar la cara ocurría antes y ocurre ahora. Ahora hay dignidad pero siempre la da el pueblo. La gente da lecciones de dignidad y vergüenza. La historia de España se resume: “Dios, qué buen vasallo si hubiera buen señor", dijo, recordando el Cantar del Mío Cid.

    Una vez recorrido Trafalgar, el autor de La carta esférica partió hacia Cádiz, donde paseó ante los castillos de San Sebastián y Santa Catalina. "De aquí salieron", volvía a recordar. "Tardaron dos días porque hacía poco viento, se fueron y volvieron los que volvieron". Y vuelve a hacer hincapié en la importancia de la educación y la memoria, porque "es mejor que no se produzcan trafalgares, que los cretinos que nos llevan a los trafalgares no nos sigan llevando. Sólo con memoria y con cultura puedes educar a la gente. Hay que evitar los trafalgares".

    Siente que un joven de 15 años "no sabe lo que ocurrió", y por eso aboga por conmemorar la batalla, porque "van quitando lámina a lá mina la historia y así repetimos y repetimos los mismos errores. España es un país complejo y plural, y la única argamasa que nos une es la historia, y si nos la quitan sólo nos queda la memoria del agravio, la guerra civil que todo español lleva en la sangre". y Trafalgar puede ser un ejemplo, porque, como recordó, "había vascos, santanderinos, gallegos, catalanes, gaditanos, cartageneros, todos en el mismo barco. Allí estábamos todos, usted también tuvo que ver".

    Los ingleses, le consta, están "encantados" con Cabo Trafalgar. Un periodista del Daily Telegraph le comentó hace poco que en Inglaterra no tenían constancia de la participación española en la batalla; creían que era una batalla entre Inglaterra Y Francia. Pero allí estaban los españoles, peleando, como destaca, con dignidad, y "por el que pelea siempre hay respeto. En la novela está muy claro. Aprendí en mi trabajo -como periodista de guerra- que aquel que sufre y pelea siempre lo merece. Otra cosa es el político". "Si Marsé hubiera estado en esa guerra hubiera peleado", dijo, cuando se le preguntó por Juan Marsé, el escritor al que dedicó la novela. "Con Delibes, es uno de los grandes vivos que nos quedan". Y también recuerda a Galdós, cuya obra sobre Trafalgar es "fundamental", aunque "es otro libro. Yo soy más concreto, más parcial. Soy más riguroso técnicamente, dicho sea con toda la modestia", gracias a la ventaja del paso del tiempo y de la documentación manejada, con la que Galdós no contó. "Pero a la sombra de ese libro está todo lo demás".

    Atardecía ayer en Trafalgar sin un recuerdo, sólo acompañado por los turistas y por los surferos que nadaban sobre unas aguas que un día se tiñeron de rojo sangre y sobre las que flotaba el olor de la pólvora mezclado con el de la sal y el yodo. Porque "a la historia sólo pasan los nombres ilustres, pero se olvida a los que murieron, a los que quedaron en la miseria" .

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