El fragor de la batalla

(Entrevista Publicada en suplemento cultural del "Diario de Cadiz" el 13 de octubre de 2004)





Arturo Pérez- Reverte recibe a su interlocutor con un apretón de manos intenso, cálido, fuerte, que invita a la confianza y da buena muestra de su personalidad. Los cuadros marinos del Hotel Atlántico de Cádiz sirven como telón de fondo a un encuentro centrado en su nuevo libro, Cabo Trafalgar, un relato naval en el que el autor cartagenero embarca al lector en un barco ficticio desde donde seguir, en primera línea, una batalla crucial en la Historia de España. Habla rápido, se implica en la charla con la convicción de quien sabe lo que dice, con la seguridad de quien ha vivido la batalla cientos de veces. Y habla de ella, de la España de entonces y ahora, de los españoles que lucharon y luchan, con algo de fuego en la mirada.

Reconoce haber disfrutado pero también haber sufrido con la escritura de su libro, que sale hoy a la venta. "Es cierto que he disfrutado en la parte de la escritura, porque es muy libre, muy gamberra, muy informal, pero al mismo tiempo lo he pasado mal porque realmente reflexionar sobre este tema es sufrir mucho. Cuando uno echa la mirada atrás a la Historia de España las alegrías son pocas y los disgustos muchos", dice. Por eso, recordar cómo fue la batalla de Trafalgar, que enfrentó a la armada hispano-francesa con la británica, dirigida por el almirante Nelson, "ha sido, es, de lo más doloroso, pero al mismo tiempo también es muy ilustrativo, también te enseña muchas cosas del presente. La España puñetera, sombría, cutre, casposa y miserable y ruin que vivimos a veces muy a menudo la reconoces en nuestra Historia, y Trafalgar es un caso clásico, clásico, de esa historia, de españolidad miserable que tanto daño nos ha hecho y nos sigue haciendo".

En la contraportada del libro, se avisa de que en vísperas del bicentenario de la batalla - ocurrida e1 21 de octubre de 1805- Alfaguara, la editorial, le pidió un relato sobre su particular visión del combate naval. "De lo que yo sé de verdad es de marina del siglo XVIII. Tengo una biblioteca náutica de ese siglo bastante amplia", asegura. Y confiesa que hizo de niño las maquetas de casi todos los barcos que participaron en la batalla, "pero nunca había escrito nada sobre eso precisamente porque es mi afición. Tenía intención algún día de hacer alguna cosa", y se había pertrechado para la ocasión con documentación sobre Trafalgar de todos los archivos navales de España. "Y un día, hablando con Alfaguara, les dije que quería hacer algo sobre ello, y me dijeron que hiciera un libro corto coincidiendo con el aniversario. Y lo que tenía pensado hacer más adelante, una novela de mil páginas, ha quedado en este libro que hasta es mejor que haya sido así".

En Cabo Trafalgar quería contar la batalla, "que el lector normal que no sabe de mar ni es aficionado a la historia entendiera Trafalgar, por qué se perdió, por qué tuvo lugar, por qué murió tanta gente, que sintiera lo que era estar dentro de un barco". Pero quería hacerla "ameno y asequible". Y esa combinación "de rigor y amenidad la hice con el lenguaje, con muchos anacronismos -entre los que se encuentra una referencia a Rocío Jurado-, con mucho humor negro".

José Manuel Caballero Bonald comentó cierto día que cuando pasaba por Trafalgar aún le parecía escuchar el retumbar de los cañonazos. "A mí me ha pasado", reconoce. "He navegado por Trafalgar, por dentro, y he estado en el cabo, mirando al mar, muchas veces. ¿Sabes qué pasa? Que lo bueno de leer mucha historia -él es ávido lector-, de que te guste desde niño, es que cuando vas a los sitios los amueblas con tu memoria, con tu
imaginación, con tu lectura. Y cuando vas a Trafalgar... Yo muchas veces he imaginado esa batalla. He estado en el cabo de Trafalgar y me ha parecido... recordaba que desde ahí estaba la gente escuchando el bum, bum, porque no se veían los barcos desde el cabo de Trafalgar, no se veía la batalla físicamente, pero la gente sí oía el retumbar de los cañonazos".

"Imaginaba -explica- a todas esas familias, imagínate el rato, la gente de Cádiz corriendo por la costa a ver qué pasaba, la madre con los hijos pequeños oyendo a lo lejos pumba, pumba... tuvo que ser horroroso. y luego el temporal, los barcos viniendo, hundiéndose en la costa, la gente ahogándose. Tuvo que ser terrible. y fue en toda la costa, desde Trafalgar a Cádiz. Recorría esta costa siempre imaginando esto. Eso es lo bueno y lo malo que tiene leer historia. No, no, lo bueno; recordar, la memoria, siempre es bueno". Tuvo que ser, ciertamente, una carnicería humana y así lo refleja en su libro. "Cádiz, España no se merecían esto. Pero estábamos en manos de una banda de hijos de puta", dice enfadado, recordando a un "rey incapaz", a "una reina más puta que Maria Martillo que era Luisa de Parma, a Godoy que era su chulo, que sólo quería estar bien con Napoleón". y también echa la culpa del desastre al almirante Gravina, "porque tuvo que haber dicho que no. Tuvo que decir 'yo no echo sobre mi conciencia salir con toda esta pobre gente a que la maten, yo me niego a eso'. Pero lo hizo por el deber, la patria, ese tipo de cosas, y al final los que pagaron fueron las viudas y los huérfanos que ni siquiera cobraron las pagas, porque esa es otra, años y años después las viudas de los que murieron ahí estaban en la miseria sin cobrar las pagas. España, España".

La mirada parece oscurecérsele cuando habla de la contienda naval. "Lo terrible es que ni siquiera nos interesaba, no ganábamos nada. Fue una cosa de pura política. Fuimos a una batalla que no les importaba ganar o perder y la perdimos, y perdimos para nada". Pero "la gente se portó muy bien". Y los representa en el libro Nicolás Marrajo, un barbateño reclutado a la fuerza en una taberna gaditana.

"No hay héroes. El héroe es una mezcla de cabreo y dignidad. El héroe no es un personaje de monumento, es un tipo normal; he conocido a muchos en mi vida con mi trabajo de reportero, y puedes ser tú, yo, cualquiera al que un día le dan en las narices, le insultan, le maltratan, por tus hijos, por tus compañeros, por tu dignidad personal, te levantas y peleas". Y "esa gente allí peleó muy bien. Es asombroso cómo esas personas reclutadas uno o dos días antes de las tabernas, los hospicios, los hospitales, gente que no había ni navegado, gente mareada, peleó de una forma que los ingleses estaban admirados de lo bien que lo hicieron”.

"En fin, fue un alarde de dignidad y vergüenza Y un alarde de indignidad por parte de los gobernantes, lo que demuestra que los gobernantes en España casi nunca se merecen la gente que tienen. Se vio en el 11-M, siempre es la gente al final la que salva la dignidad, siempre es la pobre gente la que da la cara y salva la dignidad de los hijos de puta que a menudo, no siempre, a menudo, nos gobiernan y no la tienen. La historia de España es un continuo desprecio por los que nos gobiernan y una continua admiración por los gobernados que en momentos como éste demuestran que por lo menos tienen vergüenza. Pero es una batalla que nunca tuvo que ocurrir. Pero ocurrió, y es admirable cómo la gente se portó en ese desastre, pero nada más. Admiro a la gente, pero eso fue una vergüenza. Lo que te he dicho antes: España, España".

Para retratar la lucha creó un navío, el Antilla, el barco en el que todos los que han imaginado en algún momento la batalla ha subido alguna vez. "Esa es la idea. ElAntilla es el barco en el cual yo he embarcado a los lectores". Recurrió a él por "muchas razones": porque "tenía que contar con mucho rigor" una batalla ampliamente documentada "y eso me daba poco margen de invención", y porque "si cogía un navío no podía contar otras cosas que quería contar de otro, con lo cual decidí meter un barco imaginario en el cual concentrar todo lo que quería contar de la lucha, que fuera su símbolo". y en él "el lector está reclutado a la fuerza para estar entre nosotros porque la idea era ésa, que el lector se sienta como si estuviera allí".

Recuerda a Benito Pérez Galdós, "que es la gran referencia; cualquiera que hable de Trafalgar tiene que hablar de Galdós". Pero él quería hacer un libro "sólo sobre la batalla", y eso requería "un tratamiento bruto, brusco, de shock, y una técnica narrativa diferente. De ahí el humor, que era fundamental, insisto, un humor negro, retorcido, sobre todo muy amargo". Y en eso tuvo su importancia que la acción transcurriera en Cádiz, cuyo habla ha reproducido. "Si hubiera sido una batalla en Barcelona, o en La Coruña, habría sido diferente. Es la forma de hablar del miedo, del temor, la soledad o la venganza, es como habla la gente".

Le dedica el libro a Juan Marsé, escritor al que respeta y quiere, "sobre todo porque sé que si él, que es antibelicista y antimilitarista hubiera estado en Trafalgar habría peleado como pelearon los de Trafalgar". Y habla del final del libro, un final lleno de dignidad, también del enemigo. Los tiempos han cambiado. "Bien es cierto que la España de ahora es menos digna", comenta al respecto. "El mundo es peor. Vivimos mejor en muchas cosas, pero hay un par de ideas morales que se han perdido en el camino y ese par de ideas, paradójicamente, nos salvaban moralmente más de lo que parece; y al haberlas perdido ya no nos queda ni siquiera esa dignidad, ahora somos bajunos sin dignidad. Esa quizá es la gran diferencia: España siempre fue bajuna, y cruel, y miserable, y triste, y mediocre, y desgraciada, y desdichada y mal gobernada, pero a veces había dignidad. Ahora es muy raro; a veces ocurre, pero es muy raro que se dé esa dignidad".

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