“La cólera del pueblo"

 

Viernes, 1 de febrero de 2008

 

Pérez-Reverte recurre al protagonista coral para rendir homenaje a los innumerables españoles envueltos en los sucesos del 2 de mayo de 1808

 

ANTONIO GARRIDO

 

CUANDO un escritor es famoso, lo he escrito alguna vez, y publica en una editorial importante que puede hacer un gran montaje publicitario en todos los frentes, insisto en todos, no es fácil hacer la crítica del libro porque son muchos los condicionantes y no menor el quedar apabullado por las montañas de ejemplares que se encuentran en todo espacio en el que se venden libros. La invasión del volumen es inevitable y claro, se dirá que una crítica negativa es la lógica consecuencia de la envidia del crítico, esa criatura de piel verdosa que se muerde las uñas desde la impotencia.

 

Les garantizo que no es mi caso, me alegro muchísimo de los éxitos de los escritores y de que las editoriales venda muchos ejemplares, siempre que el producto tenga el suficiente nivel de dignidad y la novela del cartagenero la tiene aunque no es una obra maestra. Pérez-Reverte frecuenta con un éxito extraordinario la novela histórica y ahí está su capitán Alatriste.

 

No faltó a la cita del aniversario de Trafalgar y ahora no lo hace tampoco a la del bicentenario del 2 de mayo; en ambos casos, aunque no se insiste en ello, la figura de don Benito está muy presente y eso es bueno. Los 'Episodios Nacionales' del canario son un monumento muy difícil de superar.

 

¿Qué debe esta novela a Pérez Galdós? La decisión de que el personaje principal sea colectivo; ese fue el gran hallazgo del autor de Misericordia. En este caso, el carácter coral es aún más radical porque Pérez-Reverte recurre en gran parte de la novela a la presunta objetividad del informe. Se dice más que se siente con el efecto contrario, se siente más que se dice, precisamente, por la aparente frialdad y objetividad de la prosa que deja el hecho que se cuenta en la pura osamenta, sin matices, sin opiniones. Ya digo que no es la única técnica porque a lo largo de las cuatrocientas páginas del volumen el autor recurre a diversas formas de expresión narrativa pero insisto en que el personaje coral y el lenguaje casi burocrático en muchos momentos son los dos rasgos más relevantes utilizados a la hora de montar la historia.

 

Función didáctica

 

Otro mérito de la novela, externo a ella pero que es preciso valorar, es que, aunque parezca mentira, muchos lectores se van a enterar lo que fue el 2 de mayo y hasta la Guerra de la Independencia. Por razones que serían de otro lugar es una penosa realidad la ignorancia de la historia, hasta de la más reciente; de manera que la novela cumple una función didáctica que no le es propia pero que también cumplió en su momento el gran proyecto de Pérez Galdós, sobre todo en las ediciones populares que se hicieron de los 'Episodios'.

 

El autor de Cartagena acierta cuando en cientos de instantáneas nos transmite la tremenda crueldad de la jornada, una crueldad que anticipa lo que sería la tónica dominante de una guerra en la que no hubo cuartel por ambas partes, que significó la primera derrota de Napoleón y una terrible ruina en todos los órdenes para España, empezando por la economía y acabando con la terrible destrucción y expolio de su patrimonio histórico.

 

La sublevación del 2 de mayo fue popular; nació de los niveles sociales menos favorecidos y no fue secundada por la mayoría de las clases dominante, de los intelectuales y del ejército. La cobardía de estas clases, encarnada en algunos de sus representantes como Moratín o el Ministro de la Guerra es uno de los mensajes más claros del texto. El autor recurre a las nóminas de víctimas y se centra, es lógico, en la resistencia del Parque de Monteleón y en sus protagonistas. Con lujo de detalles, el libro va acompañado de un mapa de Madrid, se narra la heroica defensa, sí, es necesario emplear la palabra que significa en este caso la fama que se consigue con acciones extraordinarias.

 

Son centenares los personajes de la novela, lo que puede lastrar su lectura en algunos momentos por la acumulación de nombres. El autor recurre a la tradición para caracterizar a Daoíz y a Velarde, tradición que se ajusta a los testimonios de los testigos, los dos militares no obedecieron las instrucciones de sus superiores y sacaron los cañones a la calle y armaron al pueblo como vemos en el cuadro de Sorolla en el que se resume la fuerza brutal del choque de doscientos valientes frente a fuerzas muy superiores.