“Pérez Reverte sostiene que el 2 de mayo fue «una auténtica Intifada»”

 

Lunes, 14 de enero de 2008

 

El escritor diserta esta tarde sobre la histórica sublevación en el Aula de Cultura de El Correo

 

GERARDO ELORRIAGA

 

La sublevación popular del 2 de mayo de 1808 en Madrid, preludio de la guerra de Independencia, será objeto de análisis por parte del escritor Arturo Pérez Reverte en un nuevo encuentro del Aula de Cultura de El Correo, de la Fundación Vocento. El autor acaba de publicar 'Un día de cólera', un relato que «no es ficción ni libro de Historia» y que ha confeccionado recurriendo a informes rastreados en archivos y memorias de sus actores principales y secundarios.

 

La obra menciona medio millar de sujetos que tomaron parte en la tragedia, descrita como «una algarada, algo no razonado, hecho con las tripas, muy español» frente a la interpretación historiográfica tradicional, que defendía la puesta en marcha de un motín bien planificado, consecuencia de una previa estrategia militar. El acto, que cuenta con la colaboración de la Editorial Alfaguara, se celebrará a las 20.15 horas, en la Sociedad Filarmónica de Bilbao, y tendrá la forma de un diálogo entre el escritor y la periodista Almudena Cacho.

 

El pueblo se echó a la calle impulsivamente ante la noticia de que las tropas francesas pretendían llevarse al infante don Francisco, aviso propagado a gritos por el cerrajero Blas Molina. El creador de 'Alatriste' explica el levantamiento como una reacción visceral de la clase urbana menestral, la más humilde, aliada con individuos del lumpen. «Fue una auténtica Intifada», proclama.

 

Unos y otros se enfrentaron sin armas a los treinta mil soldados, bien pertrechados y con larga experiencia militar en Europa, en lo que fue una batalla breve y desigual. Napoleón había manifestado su desprecio hacia los españoles, «una chusma de aldeanos embrutecidos e ignorantes, gobernada por curas», y su corrupta monarquía borbónica, a la que pretende reemplazar por otra dinastía encabezada por alguno de sus hermanos.

 

El libro retrata una lucha encarnizada y cruel, en la que se recurrió a cuchillos de cocina, tijeras de coser y navajas, una batalla cuerpo a cuerpo que se saldó con la muerte de unos cuatrocientos civiles. La novela relata los avatares, en un escaso número de horas, de los personajes implicados. A menudo, se trata de meros apuntes en el devenir de las escaramuzas, planteadas en tiempo real, aunque también recorre las vicisitudes de algunos de los artífices más destacados, caso de los oficiales Daoiz y Velarde, o el teniente Arango, representantes de los grados medios y soldados españoles del parque de Artillería de Monteleón, también sumados a la rebelión y contrarios a la capitulación, a pesar de la abrumadora superioridad gala.

 

El bando equivocado

 

Al día siguiente, los ocupantes castigaron la iniciativa con ejecuciones ejemplarizantes que Goya inmortalizó en una de sus obras fundamentales. Según declaraciones del narrador, los artesanos, chulos y prostitutas que se alzaron carecían de estrategia o liderazgo, y no contaron con el apoyo del grueso del Ejército nacional, acuartelado y sin suministros. La Iglesia, pese a la participación de algunos sacerdotes, se mostró, al principio, partidaria del orden que significaba Napoleón, y cambió posteriormente de bando. Según sus palabras, la actitud de la autoridad eclesiástica fue «vergonzosa e infame».

 

Para el escritor, fue la pugna entre una población recelosa de los invasores y su fidelidad a la Corona, al Antiguo Régimen, y la ideología liberal, herencia de la Revolución de 1789, que acompaña a las tropas imperiales en su expansión. «Aquel día los españoles lucharon en el bando equivocado», lamenta.

 

La tragedia del Dos de Mayo no se circunscribe a las víctimas y los represaliados, sino que también alcanza a los personajes locales adscritos al nuevo pensamiento, conocidos como 'afrancesados' y considerados traidores por el pueblo, y condenados al exilio. Pero, a juicio del conferenciante, incluso las masas que colaboraron en la posterior reacción nacional, apoyada por Inglaterra, fueron traicionadas, ya que su esfuerzo y victoria final propiciaron la instauración en el trono de un rey oscurantista y represor.