“Regreso a la tierra invencible”

 

Jueves, 20 de diciembre de 2007

 

Regreso a la tierra invencible

 

Cerca de mil personas acuden al Palacio de Congresos a la presentación de la nueva novela de Arturo Pérez-Reverte, 'Un día de cólera', en la que relata el levantamiento del Dos de Mayo

 

20.12.07 -

 

Hace algo más de un año Arturo Pérez-Reverte caminaba por las calles de Madrid. Con cierto aire extranjero no quitaba ojo a dos cartografías que le acompañaban en un singular trayecto: un mapa actual de la ciudad y un callejero de 1808. Cuando enfilaba la cuesta de la calle Toledo los recuerdos que había desempolvado sobre las históricas refriegas del Dos de Mayo para su próxima novela le conmovían, confiesa. Ríos de sangre bajaban hasta sus tobillos y gritos desgarrados anunciaban la muerte del vecino. «Iban conmigo, los estaba viendo. Casi los llevaba en brazos».

 

Pero, ayer en Cádiz todo era diferente. El suelo que pisaba en el Palacio de Congresos no olía a tierra de batalla quemada, ni había rastro de cuchillos calientes en el suelo, ni tan siquiera algún resto de cera de bota «gabacha». Pérez-Reverte estaba en Cádiz. En el único rincón de España que no sucumbió al poderío de las tropas de Napoleón. «Aquí se te llena la boca cuando hablas de libertad», adelantó por la mañana cuando presentó su último libro Un día de cólera a los medios. Ya por la tarde, en la plaza de Sevilla unas ochocientas personas vencían al molesto levante, e incluso hacían cola, para escuchar al autor del libro que en 20 días tiene ya la tercera edición en la calle.

 

«Empecé a leerle por sus artículos. Ahora tengo todos sus libros». Manu acudía con «muchas ganas» al diálogo que minutos después Pérez-Reverte mantendría con el periodista y escritor gaditano Oscar Lobato sobre la nueva novela del cartagenero. «Sorprende que haya este aforo», afirmaba mirando hacia atrás a un auditorio casi lleno. «Si fuera el discurso de siempre, no sería Arturo Pérez-Reverte», defendían todos el tono sarcástico y, a veces, borde, del autor.

 

«Esto es el privilegio de jugar con la Historia: El hacer al lector partícipe de la contienda», describió Óscar Lobato el logro de la último «libro-documento» del escritor de Alatriste. «Cuenta la dignidad del coraje de los que no tenían nada que ganar ni nada que perder». Veinte horas de cólera que cambiaron la Historia de España. Las que transcurrieron entre las ocho de la mañana del 2 de mayo de 1808, cuando unos centenares de personas -artesanos, chisperos, albañiles, rateros, manolas, prostitutas, carniceras- intentaron linchar al edecán del general Murat, que estaba al mando de las tropas francesas, y las cuatro de la madrugada del día siguiente, momento de los fusilamientos en la montaña de Príncipe Pío, elevados a icono universal por Goya. «El error de Napoleón fue que no creyó que esa chusma le pudiera hacer daño. No se imaginaba que en España hubiera tanta mala leche», intervino en el diálogo abierto el escritor. «Había ambiente, sí», recalcó.

 

Movimiento de calle

 

DIÁLOGO. Óscar Lobato junto a Pérez-Reverte en un momento de la presentación.

 

 

«Fue una especie de intifada. La gente a la que todos despreciaban salió a la calle armada con cuchillos, navajas, macetas, o lo que pillaran», detalló el autor. «¿Una gesta o una aventura de barrio popular?», cuestionó Lobato. «Lo segundo aunque se haya vendido de otra forma», apuntó Pérez-Reverte. «No ha existido una fecha tan manipulada en España como el Dos de Mayo».

 

Entonces, el escritor desveló algunos detalles de la investigación que durante dos años le ha ocupado Un día de cólera. «Contaba con una ventaja fundamental: lo que ya había narrado Galdós no se podía igualar. Tenía que hacer otra cosa». Y por eso buscó y encontró 400 expedientes de españoles que murieron en el combate y otro centenar de heridos. «Tenía sus nombres, sus direcciones, oficios. Lo importante era que el lector corriera y sintiera con ellos. Vivir dos años con esta gentuza ha sido conmovedor. Mi objetivo era sacarlos de una vez por todas de los cuadros», explicó el escritor al referirse a los protagonistas de su novela. Y entre esa «chusma», tuvo un papel fundamental la mujer. «Algunas se agarraban a las patas de los caballos con tijeras con una ferocidad inaudita».

 

El dilema intelectual

 

«¿Y los intelectuales, Goya, Moratín?». Fueron casos muy distintos. El zaragozano «políticamente incorrecto. No era el español canónico, ni el que grita y se remueve. Su mirada lúcida le hizo tan nocivo como los franceses», detalló el escritor. «Moratín fue timorato, afrancesado. Tuvo la desgracia de tener que elegir y ahí es cuando se empezó a perfilar la decadencia del intelectual que siguió muchos años más y que sigue ocurriendo».

 

No fueron más de tres mil las personas que lucharon. Que recorrieron con armas de andar por casa lugares teñidos de sangre como Monteleón, la Puerta de Toledo, la Puerta del Sol... En frente, unos 30.000 franceses a caballo. «El mejor ejército de Napoleón». «Por muy escéptico y acostumbrado a ver el dolor, no pude evitar sentirme conmovido al saber sus historias, sus nombres. Decidí contar algo que, a mi juicio, no se había contado»: una lucha de «cuatro gatos» que sacaron toda la garra y valentía por defender lo que creían suyo. «El imbécil de Bush no ha conocido esta historia ni ha visto sus cuadros. Si no, no se le hubiera ocurrido meter tanques hasta las puertas de las casas iraquíes».

 

Entonces, Lobato ahondó en el lugar que ocupa el sentimiento patriótico en la obra, a lo que Pérez-Reverte respondió: «Yo a España le tengo un asco singular porque la quiero mucho y sé lo que podría llegar a ser», confesó. «Mi desgracia con este libro ha sido terminar queriendo a esos hijos de puta».

 

Cuestión de clases

 

En cuanto a la Iglesia, el autor de Un día de cólera fue fulminante: «Los príncipes de la Iglesia actuaron de forma infame. Las pastorales se volvieron en contra del pueblo y la alta jerarquía hizo una dejación de autoridad».

 

Tras hora y media de conversación distendida, Lobato y Pérez-Reverte daban por concluída su participación en el ciclo de la Asociación de la Prensa, La prensa en la calle. Un fuerte aplauso confirmaba que el escritor había conquistado de nuevo Cádiz.

 

 

El escritor considera que «sin el levantamiento de Madrid, no existiría la Constitución del 12 y, sin ella, tampoco la del 78»

 

Cádiz se sumó a la cólera del Dos de Mayo y defendió la libertad

 

20.12.07 - DANIEL PÉREZ

 

Arturo Pérez-Reverte anda de promoción. Asume con disciplinada profesionalidad el incordio mediático, la larga hilera de micros dispuesta sobre la mesa, el tableteo continuo del obturador. Pero no puede evitar, entre pregunta y pregunta, una mueca leve de hastío, el conato de una réplica airada que finalmente disfraza de austera cordialidad. La cara pública del asunto, lo que tiene la ocupación literaria de faena afectada y efectista, de labor mercantil, debe de resultar cargante cuando el ritual se repite, con escasas variaciones, ciudad tras ciudad, rueda tras rueda, tele tras tele, hasta que el discurso sobre el libro ensombrece el discurso del libro, y el autor siente, en cierta forma, que está violentando la esencia -la integridad- de su propio trabajo.

 

«Les advierto de que llevo tanto tiempo hablando de esta novela y he repetido tantas veces las mismas cosas que no me queda mucho por decir a propósito», reconoció ayer, de entrada, el escritor, académico y ex corresponsal de guerra en su primera intervención de la jornada, como aviso para navegantes. «Casi todo lo teórico, lo formal, está en el dossier de prensa, así que se lo llevan si quieren a casa y lo fusilan después en el trabajo. No se preocupen: lo han hecho para eso», remató. «Además, esta tarde, con Óscar Lobato, podremos extendernos lo que sea oportuno».

 

Papel fundamental

 

«Yo había pensado -continuó Pérez-Reverte-, que charláramos un poco de Cádiz, de su papel fundamental en la Guerra de la Independencia, de cómo se sumó a la cólera del Dos de Mayo, le paró los pies a los franceses, defendió España y la libertad, y le sacó provecho a la situación con un texto constitucional que fue una luz de esperanza, aunque luego un hijo de puta llamado Fernando VII acabara con el sueño de un plumazo».

 

Y así, tras algunas cuestiones genéricas sobre el sentido, la estructura narrativa o la oportunidad de Un día de cólera, el escritor diseccionó con esa singular maestría que deriva del estudio minucioso de los acontecimientos, «la influencia directa que tuvieron los sucesos del Dos de Mayo en el futuro inmediato de España: sin esa algarada callejera protagonizada por rufianes, tenderos, gente de baja estofa y desheredados, no hubiera sido posible la Constitución de 1812, sin la cual, a su vez, no hubiera sido posible la del 78, gracias a la cual ustedes y yo estamos aquí, hablando con total libertad».

 

En ese sentido, apuntó que «Cádiz hizo lo que no hizo nadie, y por eso fue la ciudad más importante de la Guerra, si tenemos en cuenta que intentó apuntalar un régimen distinto al que defendían la Monarquía más reaccionaria y la Iglesia, formada por patantes y corruptos».

 

De ahí que se mostrara abiertamente orgulloso «de decir Cádiz, porque Cádiz significa libertad», y apostara por un bicentenario que «sirva para el debate y no para la apropiación y que ponga de manifiesto que la Historia nos hermana».

 

Aunque descartó escribir una novela sobre el 12, «porque Ramón Solís ya hizo un trabajo extraordinario y no veo el ángulo por el que abordar la historia de una forma distinta, que es lo que he intentado con el Dos de Mayo para no contar lo mismo que Galdós», sí estaría encantado de «participar, con artículos o conferencias», en los fastos del bicentenario.

 

«La Constitución fue la mejor continuación posible para ese día de la vergüenza torera que fue el Dos de Mayo», sentenció.