“Un “Asedio” de aventura, intriga y amor”

 

Jueves, 12 de noviembre de 2009

 

JACINTO ANTÓN

 

Arturo Pérez-Reverte desvela el alma de su nueva novela, una historia de más de 700 páginas ambientada en el Cádiz de 1812 - "Es mi obra técnicamente más compleja".

 

Sssshhhh. El sable de coracero francés hace un ruido escalofriante al sacarlo de su vaina, como la piel de un demonio al rociarlo de agua bendita. "Cuidado con el filo", advierte Arturo Pérez-Reverte, algo inquieto ante el entusiasmo de su interlocutor, que blande el arma al estilo del general D'Hautpoul en Eylau. El sable, de bruñida lámina de acero, es muy largo, y pesa lo suyo. Es fácil imaginar su terrible efecto sobre la infantería, o los muebles. "Una herramienta hecha para matar", observa el escritor con una mueca, retirándolo de las manos del periodista.

 

Arturo Pérez-Reverte en la biblioteca de la Real Academia Española.

GORKA LEJARCEGI / EL PAÍS

 

El autor de La tabla de Flandes, El Club Dumas o El maestro de esgrima ha citado en su casa para hablar en primicia de su nueva novela, un pedazo de novela, de más de 700 páginas, llena de aventura, intriga y romanticismo, entre otras muchas cosas, que aparecerá el próximo 3 de marzo (Alfaguara). Se titula El asedio y transcurre en 1811 y 1812 en Cádiz, durante el sitio del Ejército francés en la Guerra de Independencia, pero no es propiamente, recalca el escritor, una novela histórica como Cabo Trafalgar o Un día de cólera.Tampoco bélica.

 

Imaginario

 

De camino hacia el estudio de Pérez-Reverte, uno puede ver objetos que forman parte ya del imaginario de sus lectores: su casco de corresponsal de guerra, la espada que utilizó Viggo Mortensen al encarnar al capitán Alatriste, un mosquete francés, la pintura de un húsar del 4º Regimiento -el de Frederic Glüntz-, unos clavos oxidados rescatados de los pecios de Trafalgar... De una cajita, extrae un tornillo: una nadería, hasta que te enteras de que pertenece a una de las torretas del Graf Spee, el acorazado de bolsillo nazi hundido, gracias a Dios y al Exeter, en la bahía de Montevideo.

 

El sanctasanctórum de Pérez-Reverte es casi un zulo y está abarrotado de libros. Junto al ordenador, sus preciados portulanos, tintines y cortos maltés, una placa con el recordatorio -como si hiciera falta- "donde hay patrón no manda marinero" y alrededor un formidable despliegue de libros de las más variadas materias que ha usado para la novela: botánica, ciencia, comercio, moda, armamento, taxidermia, esgrima de navajas... El escritor sirve dos vasos de limonada, a la que está enganchado. El original de El asedio -aún no lo ha librado a la editorial: está acabando de corregirlo- son dos gruesos cartapacios. El novelista deja hojearlo. La primera frase: "Al decimosexto golpe el hombre atado sobre la mesa se desmaya".

 

"No es una novela histórica ni sobre la guerra de Independencia. Transcurre en el Cádiz del asedio francés, pero es una novela de personajes, de varios personajes con distintas historias cuyas vidas se van cruzando y cuyas actitudes y conflictos enlazan directamente con ahora. Es en ese aspecto una novela contemporánea. La guerra, la Constitución, la parte histórica son sólo el telón de fondo, pero no el objetivo de la novela; no hay nada didáctico en ella". Como siempre que habla de sus obras, Arturo Pérez-Reverte se expresa con una pasión que raya casi en la ferocidad. Su entusiasmo es contagioso. "Hay una trama policiaca, de espionaje, y otra científica, y otra folletinesco-romántica, y otra marina, y otra aventurera". Vamos, todo Pérez-Reverte. "Cada tema tiene un personaje que representa una parte de la historia; se van cruzando, todos convergen. La novela transcurre en el Cádiz de esa época pero podía haber elegido el Madrid del 36 o el Sarajevo del 92".

 

El escritor dice algo que conmocionará a sus muchos lectores: "Mi tiempo como escritor está limitado, me pueden quedar con vigor narrativo diez o quince años como mucho; eso significan de cinco a siete novelas más, si no me muero antes". Y silencia la exclamación estirando un brazo. "Así que he de elegir mucho lo que hago y lo que descarto".

 

El asedio es como un compendio de todo lo que ha hecho Pérez-Reverte y de lo que quería hacer: ¿una forma de engañar al destino? "Me le adelanto", sonríe con cara de espadachín de estocada secreta. "Es mi novela técnicamente más compleja, de una arquitectura muy complicada. Han sido dos años de trabajo gozoso. Y ha sido un ejercicio personal de volver a mis viejas novelas pero con 20 años más de experiencia".

 

Es El asedio una novela llena de peripecias; hay un enigma central de tipo científico, un desafío que planea por toda la historia. "Hay ajedrez, que me sigue apasionando. Como si toda la bahía de Cádiz fuera un inmenso tablero en el que los personajes de la novela se mueven como en una partida". El enigma: "Tiene que ver con parábolas de artillería, y con ajedrez, y con lo más oscuro y peor del ser humano". Ahí estamos en El pintor de batallas... "Están todas mis novelas. Todos los libros que he escrito están aquí".

 

Y ahora, a por el séptimo Alatriste: El puente de los asesinos.

 

La España que pudo ser y no fue

 

¿Va a ser El asedio la gran novela sobre Cádiz? "Estoy intentando que lo sea. De la bahía de Cádiz. He hecho un trabajo de documentación muy exhaustivo, la cartografía, el cálculo de distancias, los vientos, la forma de hablar, las técnicas forenses de entonces; he reconstruido todo el mundo de la época". Dice haber disfrutado "como un gorrino en un maizal", que ya es imagen.

 

Para Pérez-Reverte, ese Cádiz, en el momento en que España, ocupada por las tropas napoleónicas, "se redujo prácticamente a una isla, desde donde luego debía relanzarse", es algo excepcional. De nuevo estamos en su discurso más sentido, en su personal "me duele España". Ese Cádiz, marco de la novela, "era un sitio fascinante, pero no por la guerra ni por la Constitución. Allí las mujeres de clase alta estudiaban inglés y contabilidad. Era una ciudad liberal y culta, abierta al mundo por el comercio con América. La España que pudo ser y nunca fue, la gran ocasión perdida". Aquello "fue un espejismo, un paréntesis, volvimos a lo de siempre, los aristócratas rapaces, los curas que ponían leña para quemar libros y personas y los reyes crueles y estúpidos". Ante sus personajes, ante la gente de aquel Cádiz que ha revivido con su pluma, de aquel "concentrado de España en miniatura", el novelista siente una gran melancolía: "Todo aquello que pudo ser resultó aplastado, aniquilado, malgastado. Con Constitución o sin ella los españoles continuaron siendo habitantes de un país históricamente enfermo y culturalmente plano"