“Estoy entrenado para el asedio de los lectores en la Feria”

 

Sábado, 5 de junio de 2010

Marta Caballero

  

El autor, que reconoce que firma de pie por respeto a sus seguidores, regresa este domingo a la feria tras 12 años de ausencia

 

Cuenta Arturo Pérez-Reverte que el día en que vio a un periodista con una cinta métrica para averiguar cuán larga era su cola de lectores decidió quitarse de la Feria del Libro de Madrid. Por eso, y por el “mercachifleo” de a ver quién vendía más, ha esperado 12 años para volver a El Retiro. Ahora, como hijo pródigo, regresa para firmar su vendidísimo libro El asedio y ayudar a los libreros: “Tienen problemas y es razonable echarles una mano, animar a los lectores de mis libros y a los otros”.

 

PREGUNTA.- ¿Por qué ha decidido regresar a la feria ahora y no antes?

RESPUESTA.- Habían convertido la feria en una competición. “Primero, Reverte; segundo, Muñoz Molina; tercero Gala, etcétera”. Y yo no iba allí a competir con amigos y colegas. No era queja personal, pues yo siempre quedaba bien situado. Pero me parecía un mercachifleo vergonzoso. Y el día que vi a un periodista de la tele con una cinta métrica, midiendo mi cola de lectores y la del autor que firmaba al lado, me levanté y dije: “No vuelvo más”. En estos doce años, las cosas han cambiado. Ya no hay listas. Y hay una crisis grave. No vuelvo por necesidad personal, pues tengo la suerte de que mi último libro va tan bien como fueron los anteriores. Pero los libreros tienen problemas, y es razonable echarles una mano. Animar a los lectores de mis libros y a los de otros.

 

P.- ¿En su ausencia, ha echado algo de menos de la cita en El Retiro?

R.- No mucho, porque en realidad he seguido en contacto con los lectores. Firmando siempre después de cada presentación de un libro, atendiéndolos cuando me los encuentro en librerías o por la calle. Quizá si eché de menos pararme en las casetas de los amigos y hacer cola para que me firmasen: Saramago, Marías, Luis Mateo, Vargas Llosa... Era un viejo ritual que me gustaría recuperar.

 

P.- ¿Con la falta de entrenamiento, se siente preparado para sufrir el asedio de los lectores?

R.- Ya me han asediado, no crea. Voy entrenado. En marzo, al terminar la presentación de El Asedio en el Teatro Español de Madrid, por ejemplo, estuve dos horas y quince minutos firmando. En Cádiz, casi tres horas. Siempre me quedo hasta el final, mientras hay alguien con un libro mío en las manos. El problema es que, como siempre firmo de pie, como los lectores que esperan, termino hecho polvo. Gajes del oficio.

 

P.- ¿Suele poner alguna dedicatoria especial? ¿Ha ensayado tal vez alguna nueva?

R.- Tengo dos o tres convencionales, sencillas, que uso excepto cuando me piden algo específico o se da alguna circunstancia diferente. Tampoco se puede pedir más, cuando estás frente a una cola enorme y por desgracia sólo tienes un breve momento para charlar con cada lector. Más que la dedicatoria, lo que yo valoro es el intercambio de palabras, el comentario, la complicidad. Firmar de pie, como le he dicho que hago, facilita eso un poco más.

 

P.- ¿Y usted comprará algo en la feria? ¿Quiere recomendar algún libro?

R.- Suelo comprar en catálogos, librerías anticuarias y la librería de mi amigo Antonio Méndez, en la calle Mayor de Madrid. Pero seguro que cae algo en la Feria. Recomendaría, en plan amiguete, el libro de aventuras históricas Rey Lobo, de mi casi hermano Juan Eslava Galán. Y, éste sin que la amistad medie en ello, el último y bellísimo libro sobre Palma de Mallorca de José Carlos Llop, el fulano más elegante de nuestras letras actuales.

 

P.- Cambiando de tercio, ¿cómo ve el sesgo del Gobierno a la Cultura, con episodios como el de las subvenciones o la degradación de la Biblioteca Nacional?

R.- Me pregunto cuándo va a desaparecer de una vez ese inútil y absurdo ministerio, que tanto con este Gobierno como con los anteriores, sin distinción de siglas políticas, sólo se toma de verdad en serio subvencionar y dar premios a compadres y paniaguados de ministros y presidentes. Y ahora, con casos como el de la Biblioteca Nacional, la afrenta de esa gente a la palabra “cultura” se supera a sí misma. Me subleva tanta desvergüenza e impunidad. Como dije alguna vez, si hubiera un juicio de Nuremberg cultural en España, faltarían banquillos para sentar a los acusados. Y a las acusadas, que diría Bibiana.

 

P.- Déle una alegría a sus lectores y dígales para cuándo un nuevo Alatriste.

R.- Estoy en ello. Llevo escritos dos capítulos y medio, para ser exactos. Si todo va bien, el séptimo episodio saldrá a finales de este año o principios del próximo. Lo estoy disfrutando como nunca. Ya iba necesitando reencontrarme con los textos clásicos, los viejos amigos y los viejos enemigos.