“La salvación será la cultura, o no será”

 

Miércoles, 27 de mayo de 2015

 

Tamara García

 

0001848277_560x560_jpg000.jpgEl escritor Arturo Pérez-Reverte cerró ayer en Cádiz las presentaciones por España de su última novela, 'Hombres buenos', acompañado por el también autor y periodista Óscar Lobato.


La Encyclopédie huele a papel bueno. Lógico. Hasta el siglo XVIII la materia prima seguían siendo los trapos. Las páginas de la colección completa de la Encyclopédie que reposan en la Real Academia de la Lengua, se mantienen frescas, limpias y crujientes. Como si ayer mismo sus 17 millones de palabras hubieran salido de la imprenta. Sus palabras... También se mantienen frescas, limpias y crujientes. Palabras que cambiaron el mundo. Puede que las que más hayan influido en la humanidad después de las recogidas en la Biblia. Palabras que levantaron compuertas abriendo paso a nuevas ideas, a nuevos conceptos y a revoluciones... El académico Arturo Pérez-Reverte así pinta la escena. Una real. La del mismo escritor preguntando cómo llegó esta primera edición a la tricentenaria institución española. La respuesta prendió en la mente del literato la llama de una novela, Hombres buenos, y de la tesis que la sostiene, que la cultura nos salvará.


Una novela, Hombres buenos, que salió a la luz el pasado mes de marzo y con la que el autor emprendió un periplo de presentaciones por España que se cerró ayer en Cádiz, en el Palacio de Congresos, donde se acompañó del periodista y escritor Óscar Lobato, amigo y uno de esos hombres buenos adheridos a la cofradía de "patriotas de la cultura" a la que pertenece el escritor cartagenero.


"Buenos no somos ni tú ni yo", bromea Lobato antes de abrir fuego a preguntas con las que el numeroso público puede desvestir la última obra de Pérez-Reverte. Una conversación que fluye, natural, como una danza antigua, con sus códigos externos e internos, entre los dos hombres de letras y que no puede manchar ni algún patoso que se empeña en alzarse como protagonista de la cita.

"La cultura hará una España mejor". Los hombres buenos lo saben. Por eso Pérez-Reverte envía al académico Hermógenes Molina y al almirante Pedro Zárate en busca de la Encyclopédie de D´Alembert y Diderot al París prerrevolucionario, un lugar y un momento "donde aún éramos ingenuos y creíamos que el cambio podría ser pacífico", un paraíso antes de que "la historia demostrara que sin revolución, pocas veces, se produce el cambio". Un horizonte más allá del trono y el altar que persiguen los protagonistas -un marino ilustrado y agnóstico, y un hombre de razón y de fe- en una aventura de intriga libresca emparentada con El Club Dumas.


Un aventura, también, para el autor que no oculta "el placer" que le produce el proceso de preparación de una novela. "Tuve que trabajar con textos de la época porque no podía poner en boca de estos personajes del XVIII conceptos modernos. Así que volví a leer o bien leía por primera vez textos de Rousseau, Voltaire, Montesquieu, Cadalso, Jovellanos, del Padre Feijoo..., y me di cuenta que, buena parte de esos conceptos, seguían valiendo hoy", recuerda Pérez-Reverte que, además, reconoce que se ha llevado una segunda buena sensación en el proceso de escritura de este libro, una especie de "propiedad balsámica".


"Yo, normalmente, soy pesimista sobre la condición humana, el género humano y sobre la misma España pero debo reconocer que en el curso de esta novela, como se trataba de hablar de los hombres buenos, de los hombres que todavía tenían fe en el progreso, la razón y la cultura, pues me he visto obligado a ponerme en su lugar y eso me ha hecho hacer un ejercicio de terapia personal, me he sentido mejor, me he sentido casi bueno, me he sentido más optimista y, en un tipo como yo, eso no es frecuente", reía el autor de El pintor de batallas que, justo, también buscaba esa reacción en el lector de Hombres buenos, "que sonría" .


Del "efecto analgésico" de los libros ante "el dolor" que produce "la estupidez", del "juego socrático" que el autor crea con las personalidades de sus principales personajes, de las argucias de un escritor avezado (el año que viene cumple 30 años de carrera) ante una novela, "que no es más que una serie de problemas que hay que resolver mientras trabajas en ella", de sus "logrados" secundarios, de sus mujeres fascinantes, de lo real y de lo ficcionado, hablaron largo y tendido (y se hizo corto) estos hombres buenos que no olvidan que "el hombre es un ser frágil en un mundo peligroso" pero que repite una y otra vez los mismos errores "por la estupidez de no conocer el origen de los males". Aún así, con esta novela, que "también es un homenaje a la Academia y a sus hombres buenos", Pérez Reverte deja hueco a la esperanza. "Y me he sentido mejor".