“Hemos olvidado que es muy fácil morir”

 

Miércoles, 29  de abril  de 2015

 

Más de mil personas fueron a oír a Arturo Pérez Reverte en la Feria del Libro de Buenos Aires, donde presentó "Hombres buenos". Habló de la humanidad, el mundo, la guerra, dios y la muerte.

 

Por Juan Ignacio Pereyra

 

imagen.gifEn la media hora previa, una fila en interminable zigzag anunciaba lo que vendría: la sala José Hernández -con 900 butacas disponibles- quedaría casi repleta para escuchar al escritor Arturo Pérez-Reverte. El español, que lleva más de 15 millones de ejemplares vendidos con su extensa obra literaria, fue una de las figuras de renombre internacional invitadas a la Feria del Libro de Buenos Aires, que comenzó el pasado jueves.

 

"Para mí es como ser contemporáneo de Julio Verne. Y además, tengo el privilegio de ser su amigo", dijo el periodista Jorge Fernández Díaz para darle la bienvenida a Pérez-Reveerte y dar inicio a la presentación de "Hombres buenos", la última novela del español.

 

Pérez-Reverte trabajó como cronista 21 años, en los que quedó especialmente marcado por su experiencia como corresponsal en numerosos conflictos armados, como las guerras de Chipre, Líbano, Eritrea, Sahara, Malvinas, El Salvador, Nicaragua, Chad, Libia, Mozambique y Angola, entre otras. También cubrió las guerrillas del Sudán y el golpe de estado de Túnez.

 

"Tuve una madre muy religiosa, como casi todas los de mi generación, y tuve una formación marista. Tenía mis ideas de dios, de jesusito ayúdame y tal... Pero en la primera guerra en la que estuve, se me borró cualquier idea de dios. Si dios existe, no es un caballero. Respeto a quien cree. Yo lo sustituí por las bibliotecas, el ajedrez… A dios lo tengo muy lejos de mi vida", expresó el escritor.

 

De ahí que su último libro le haya resultado un desafío novedoso para él. Pérez-Reverte explicó que tiene un concepto bastante malo del ser humano: "El hombre es lo que es, un animal peligroso en un mundo peligroso. Soy un novelista que suele ser áspero. Y esta novela me planteó un problema, casi sentimental, me obligaba a buscar la parte luminosa, la parte buena y amable del ser humano".

 

El autor explicó que en la época en la que transcurre la novela todavía "era posible un mundo razonable" porque aún "no habíamos fracasado en la esperanza, no había habido castrismo, ni Stalin, ni Hitler, ni Mussolini, ni Revolución Francesa con guillotina".

 

"La novela –continuó- me obligaba a ser bueno como ellos, a buscar esa inocencia en mis personajes. Ha sido un ejercicio casi terapéutico buscar los conceptos para amueblar los diálogos de mis personajes. Me daba cuenta de que varios de esos conceptos eran válidos y que algunos siguen siendo analgésicos y otros terapéuticos. Me ha hecho hacer un esfuerzo de bondad personal, de compresión y de compasión del que yo me creía lejos. No es que me haya hecho mejor persona, pero mientras escribía he intentado ser mejor persona para comprenderlos. Ha sido una experiencia singular".

 

Pérez-Reverte dijo que los personajes son de ficción pero que se basan en hombres reales. "Como toda novela, toma cosas de la realidad y de la ficción. La idea era oponer dos maneras de entender la vida y llevarlos a un recorrido, que se conocieran, intimaran y se hicieran amigos hasta el heroísmo", dijo.

 

"Estoy convencido que cualquier grieta o trinchera, por profunda que sea, se salva con cultura, con razón. El ser humano tiene una tendencia, los latinos en especial -y los españoles más aún-, en ser radicales. No escuchamos al oponente. Además, necesitamos etiquetar. Venimos de un mundo tan infamemente vil, de reyes imbéciles, de curas fanáticos, de políticos corruptos y sin conciencia, que hemos perdido el hábito de la conversación, si alguna vez lo tuvimos", señaló.

 

Para ejemplificar, planteó que si entraran Hitler o Stalin a una sala, serían abucheados. "Y no, no, habría que sentarlos y escucharlos, preguntarles. Son muy interesantes ¿Qué tenían en la cabeza? Escuchar incluso el mal es educativo. Después se ejecuta, se les golpea o lo que sea", señaló. "Quiero decir con esto –se extendió- que no tenemos esa capacidad de escuchar sino que necesitamos etiquetar con lo fácil. Al enemigo lo queremos callar, eliminarlo, borrar su memoria, no puede tener nada bueno, ni valor, ni dignidad".

 

El argumento de la novela se sostiene en la búsqueda de una enciclopedia, algo que el autor explicó así: "Porque el libro es lo que nos salva. Internet es un sumamente útil, magnífico, pero no tiene filtros que separe la basura del material válido. Da lo mismo lo que diga Vargas Llosa y la última novia de Maradona. Perdón, la novia de Maradona tiene más clicks. Pero el libro sigue siendo el elemento fundamental de los hombres como los que yo menciono en esta novela".

 

Pérez-Reverte aseguró que antes de cubrir los conflictos bélicos como cronista, él era una persona distinta. "Claro que sí, era un buen chico que leía libros, que pensaba que incluso la guerra era un lugar divertido, que había chicas guapas, alcohol… Tu no piensan que ahí te pueden matar. Entras a una tienda saqueada, te llevas la comida, hay un montón de situaciones que para un joven son estimulantes. Después descubres cosas que no tenías claras al principio", dijo. "Antes de llegar a la guerra era imaginativo, soñador. La guerra me cambió, la guerra es como el mar, te hace ver que el mundo tiene reglas implacables y que es peligroso. Te hace ver al ser humano en lo mejor y sobre todo en lo peor que tiene", dijo el escritor, introduciendo el crudo relato que vendría a continuación, ante un público que permanecía en silencio, atento.

 

"Con 23 años vi violar mujeres. Primero gritan, luego si les pegan mucho se callan y después se resignan como animales. Lo sé porque lo he visto, estaba ahí. No hay nada que hacer, era un testigo impotente y horrorizado. Luego, cuando yo estuve enfermo y a punto de morir, esa misma gente que violaba a esas mujeres corrió riesgos para ponerme a salvo, hizo cosas heróicas. Comprendí que el ser humano es las dos cosas a la vez: bestia y héroe", contó. "La guerra me quitó muchas certezas que me habían enseñado en el colegio y me dio muchas incertidumbres, muchas zonas grises. Con eso vivo, me muevo y escribo novelas", dijo.

 

A los 63 años, después de tanto horror y espanto, Pérez-Reverte cambió su concepto sobre la muerte. "Cuando la ves tanto, tú mismo dices 'me puede tocar a mi'. Se convierte en algo que forma parte del juego. Pero no hace falta ir a la guerra. Lo mimo se ve en un hospital o siendo policía. Comprendes que la muerte forma parte de esto. Hemos olvidado que es muy fácil morir. En cambio, nuestros abuelos lo sabían y lo tenían presente".